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martes, 20 de mayo de 2014

RESUMEN "LA MUERTE DE SERAFÍN RODRÍGUEZ ¿UN ASESINATO?"



“LA MINA” SERÁ PRESENTADA EN LA FERIA DEL LIBRO DE SEVILLA (1 Junio a las 7 de la tarde).

http://minerosporelmundo.blogspot.com.es/2014/05/la-historia-de-la-mina-serapresentada.html
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RESUMEN CAPITULO XV LIBRO "LA MINA"



LA MUERTE DE SERAFÍN RODRÍGUEZ ¿UN ASESINATO?
  

Serafín Rodríguez González, un joven de veintidós años que cumplía el servicio militar en el Cuartel de San Roque (Cádiz), pasaba un mes de permiso en La Mina. El 1 de julio de 1950, decidió pasar el día con su abuela, que vivía en el cercano pueblo de Tocina. Serafín siempre había estado muy unido a ella desde que su familia se trasladó a estas minas en busca de trabajo, procedente de Serón (Almería), como otros emigrantes.

Aquel día se levantó muy temprano para coger de su huerto un canasto de higos chumbos, la fruta predilecta de su abuela. Lavó y barrió los higos para retirar las espinas, se duchó, tomó el desayuno y emprendió la marcha hacia Tocina. Se mostraba contento por la alegría que sentía ante la visita a su abuela por la que sentía adoración.

Al llegar a las cercanías de La Lantiscosa, en el paraje donde el río Hueznar es atravesado por un puente, Serafín se encontró con una pareja de la guardia civil compuesta por un número del Cuerpo y el sargento Miguel Caballero. Éste se dirigió a él y le preguntó de donde venía y qué llevaba en el canasto. Serafín respondió a las dos preguntas. Pero el sargento Caballero insistió en que los higos eran robados, lo que el joven negó. Entonces el comandante de puesto quiso hacerse por la fuerza con la mercancía, y ante la resistencia de Serafín lo golpeó con dureza hasta hacerlo rodar por el suelo, donde le asestó varias patadas en el costado y en el rostro. Ante los intentos que hizo el agredido para levantarse, Caballero ordenó al guardia civil que lo acompañaba que disparara a matar, orden que el agente no obedeció. 
Inmediatamente,Miguel Caballero montó el subfusil y disparó tres veces sobre el cuerpo del joven. Un tiro le atravesó la cabeza y dos impactaron en el pecho, alcanzando el corazón y los pulmones. Las heridas fueron mortales. Eran las once en punto de la mañana.
Serafín Rodríguez González, muerto por
la guardia civil.
Tres personas de la hacienda de La Lantiscosa, dos hombres y una mujer, fueron testigos de la discusión. Cuando oyeron los tiros se acercaron hasta el lugar de los hechos. El sargento cogió la cartera del bolsillo del cadáver y comprobó que se trataba de un soldado. Junto a la documentación también encontró una fotografía de Serafín con un compañero del Regimiento de Pavía, donde cumplía el servicio militar, y con el capitán de su Compañía. En aquel momento, delante de los testigos, Miguel Caballero se desgarró él mismo los botones del uniforme.

Al percatarse de la cercanía de las personas que habían bajado al ruido de los disparos, los encañonó con el mismo fusil ordenándoles que se marcharan.

Los testigos que firmaron y figuran en el acta de defunción, Antonio Pera Saldaña y Antonio Rodríguez, eran falsos. Se trataba de dos miembros de la policía municipal que fueron obligados a firmar una versión amañada de lo ocurrido dictada por la guardia civil.

Estos policías locales difícilmente pudieron estar presentes en el lugar de los hechos, como se decía en el atestado, porque a esa hora, once de la mañana, estaban prestando servicio en el centro urbano del pueblo, justamente en las cercanías del mercado central, como pudo comprobarse por una orden de servicio rescatada del archivo de la policía.

Todo ocurrió muy deprisa, incluida la presencia de don León Rodríguez, uno de los médicos del pueblo y conocido colaborador de la guardia civil, quien certificó la muerte por hemorragia interna y grandes traumatismos producidos por arma de fuego. Pero no indicó el número de impactos ni las circunstancias en que se produjeron estas lesiones mortales. Por otra parte, era imposible que las diligencias fueran instruidas el mismo día por el teniente juez instructor de la 138 Comandancia de la guardia civil, como se dice en la comunicación del juzgado del pueblo, puesto que este juez llegó al pueblo varios días después de la muerte de Serafín, cuando el cadáver ya había sido recogido por los agentes. Además: ¿Por qué la instrucción corrió a cargo de un juez militar, y no de don Ramón Márquez Banqueri, que ocupaba la plaza de juez comarcal en el pueblo?

A la familia de Serafín Rodríguez González, conocida en La Mina por el apodo de Los Manchegos, ni siquiera se le permitió, al principio, ver el cadáver, siendo éste trasladado al cementerio por varios guardias civiles. Aquella misma tarde fueron llamados al cuartel de la guardia civil los tres testigos que presenciaron el asesinato.

A todos se les advirtió que en ningún momento debían de confesar ante nadie lo que habían visto aquella mañana, salvo que se arriesgaran a sufrir las consecuencias, según palabras de Miguel Caballero, comandante de puesto en La Mina. La amenaza sirvió esta vez de poco. Porque la indignación del pueblo era tan grande (aunque sufrida en el soterrado silencio del miedo) que los testigos no ahorraron detalles al contarnos la muerte de Serafín, tan querido en el barrio de Las Cuevas.

Autor Antonio Guerra Gil.

"LA MINA" estará en todas las librerías a partir del 20 de Junio.

Petición de Libros a la editorial Siarum Editores C/ Santa Angela de la Cruz nº16 Utrera (Sevilla). Tlf: 669872872. Sin Gastos de envío.

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