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jueves, 7 de diciembre de 2017

NAVIDAD EN LA MINA




Recuerdo, ¡qué recuerdos!, cuando mi padre se acercaba al Bar de la carretera de Villanueva, El Bar del Cosme, junto al taller de bicicletas de Paquito el de la Luz y al lado de la Carpintería de Membrilla. O era Menbrive, a esperar al coro de Campanilleros del Alcolea del Rio, que venían dirigidos por el Maestro Melchor Parrilla, primo hermano de mi padre. Mi madre, Rosarito, junto con otras vecinas del barrio, tenían sobre sus mesas de camilla dos lebrillos de mediana medida, y sobre la cocina los arreos de especias, (ajonjolí, anís, matalahúva, clavo, sésamo, anís en grano y en especias, sésamo, canela, pieles de limón y naranjas y así un largo etc. sin faltar el aceite para freír y aderezar la masa de la harina y la levadura. Aquellos lebrillos de barro desprendían un olor tan característico que inundaban la calle con su perfume, en otras casas, se preparaba la comida de la Navidad para todo el grupo familiar y de amigos que se reunían en aquella paz en aquella concordia que hoy tanto echamos en falta y que por desgracia tanto añoramos, mal que le pese a muchos. Para todo el que llegara a cualquier casa siempre había dispuesto un vasito o una copita de anís, dulce o seco, dependiendo de los gustos personales, tu plato de pestiños, roscos y alfajores, mantecados de Estepa que las mujeres habían ido a Sevilla a comprar expresamente unos días antes y que tenían guardados en las alacenas o en los armarios del comedor. Cuando llegaban los Campanilleros a la Mina, dejaban las bicicletas en el patio del Bar y salían cada uno con sus instrumentos sonándolos a modo de ensayos previos, mi padre invitaba a la primera copa de Anís en el Bar y salían todos hacia mi casa en el Barrio de la Alegría o de la Luz, dependiendo de qué año fuese, tocando por la carretera al son de las coplas de Campanilleros llegábamos a mi casa y se tomaban las 2 o terceras copas y de ahí salíamos hacia la capilla de las Hermanitas donde se tocaba desde el coro una vez terminada la Misa del Gallo, las Hermanas regalaban al Maestro Melchor unos presentes y les invitaban a Anís y unos dulces elaborados por ellas, algunos de los campanilleros se los metían en los bolsillos porque los guardaban para su mujer y sus hijos de ricos que estaban (según decían ellos), yo era un niño de entre 8 y 12 años más o menos, pero lo tengo grabado en mi memoria como si estuviésemos ahora mismo en el Convento. De allí salíamos hacia los bares y hacia los Hermanos Maristas que nos recibían de la misma cordial manera, después tocaban en las casas de los Jefes donde algunos eran generosos en sus propinas y otros mejor no opino y no ofendo a nadie. Se recorrían las casas de los Médicos y los practicantes en forma reconocimiento de agradecimiento hacia la labor que hacían por los Mineros, también eran generosos con ellos. Recorríamos media Mina con ellos, y ya de madrugada avanzada algunos la voz la tenían en el pecho ahogada, sin poder articular palabra, ¡Heeeee, pero la copa no la perdonaban! Llegábamos a mi casa ya casi de mañana y mi madre por más que insistía no había manera de que probasen bocado de la cantidad de platos que habían elaborado. Las típicas carnes en salsa, los pucheros, las sopas, los panes morrongos, los vinos, etc. etc. y los adobos, que ricos. En fin, ya estamos en Navidad y con la carga de nuestros recuerdos y añoranzas. Feliz Navidad a tod@s Miner@s y amig@s del Mundo.

 José A. Montero 06/12/2.017

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