El aro

En el trastero de mi memoria, cuando entro no sé cuántos cachivaches hay (recuerdos) así que dejo a mi dron-libélula que elija el que quiera, no sé cómo lo hace, pero hoy después de la parafernalia de costumbre veo en la pantalla chavales corriendo unas veces hacia una dirección y otras al contrario, es como si estuvieran compitiendo.
¿Qué harán? Me pregunto, pero observo que no corren solos, llevan algo en la mano y otra cosa delante de ellos. Son aros de hierro y lo empujan con una manigueta que tiene una forma especial para guiar el aro, los hay de distintos diámetros. Veo uno que me llena de curiosidad, es grande y no es como los demás, tiene una ranura, alrededor de la circunferencia, la empuja con un palo, es la llanta de una bicicleta, ¡ahí va! qué salto ha pegado, ha pasado por una piedra y casi nada en la cabeza.
También están jugando sin correr, tirando el aro y solo se vuelve hacia el que lo lanza, como si tuviera imán.
Quito la vista de la pantalla y pienso que ahora nuestros niños y niñas no se divierten como nosotros entonces, con muy poco haciendo ejercicio.
Sigo el rito de dejar mi dron-libélula en su sitio y a esperar.
 

Antonio Reina Moreno
25/9/2019