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!A'lataqueee!



El trastero de mi memoria está a oscuras, solo se ve un pilotito encendido muy tenue donde reposa mi dron-libélula, me acerco y por inercia lo pongo en función, estoy atento a la pantalla. 

¡Qué mogollón de chavales! Hablan entre ellos y dicen algo sobre el cine de arriba y el de abajo, no sé qué del rollo de la película que no llegaba, comentan luego sobre la película que vieron la noche anterior, nombran a un tal Gerónimo y a un general americano que mandaba el 5° de caballería, o el 7°, que no lo tienen muy claro. 

Traman algo, se les ve en sus caras, varios se ausentan y aparecen al rato con un puñado de cañas largas, la van distribuyendo y cuando terminan exclaman: ¡a los caballos!, todos se ponen las cañas entre las piernas, las sujetan con una mano y con la otra le dan un golpe a la caña y dicen: ¡arre caballo!, lanzan un relincho y salen trotando cual portillos. 

Se dividen en dos bandos, se alejan cada uno por un lado, al cabo de unos metros se dan la vuelta, los que hacen de jefes gritan: ¡A'lataqueee! Vaya polvareda que levantan con los caballocañas.

Cuando se enfrentan simulan una pelea entre indios y soldados americanos, (de donde habrán sacado las plumas los que hacen de indios), después de la batalla algunos caballocañas quedan casi inservibles. Con lo que queda hacen carreras de caballos, ¡cómo galopan! parecen alazanes, la diversión y el ejercicio están asegurados.

Mi dron-libélula se dirige a su aposento a reposar de tanto esfuerzo.

Antonio Reina Moreno
30/9/2019

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