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Paseando en Aquellos tiempos

Una sección en la que iremos publicando en forma de relatos paseos de la época de su autor. Un viaje al pasado en la memoria de Much@s Mineros que harán recordar aquellos maravillosos años, decir que estos artículos fueron Publicados en Facebook por su autor y por tanto contienen reseñas y comentarios que se incluyeron en dicha red social.





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Buenas tardes Miner@s y amigas del Mundo.

Hoy como cada mañana, después de cumplir con mis obligaciones naturales en casa, no puedo, ni quiero evitar el darme un paseo mental, como si con mi imaginación pareciera que lo hago levitando o volando sobre las calles y los barrios del pueblo que me vio nacer y donde recibí parte de la educación básica y perenne que queda en el interior de nosotros.

Como digo, inicio mi caminar siempre partiendo desde mi barrio, mi calle, esa calle que en mi infancia me parecía larga, con casas altas, y los vecinos recogidos en su interior, pero siempre dispuestos a ayudar o servir a sus convecinos, en todo lo que necesitaran.

Recuerdo con enorme cariño, cuando a mi paso algunas vecinas que charlaban entre ellas de sus cosas, y me veían pasar, delgado como un Junco, alto para mi edad, con el pelo negro endrino y peinado de la época, con una raya perfectamente marcada y el topé que se llevaba en esa época. ¡Mira el Antoñito de Rosario, que estirón a pegado!, ya va pareciendo un hombrecito y que bien arreglado lo lleva siempre su madre. Como era tan delgado y alto, algunas decían ¡mira, tiene tipo de torerillo¡ cosa que a mí me ponía orgulloso y ufano, y aún me ponía más recto y con lo que a mí me parecía unos andares elegantes, jajajajajajaja.

Continuaba mi caminar hacia el llano, para bajar por la cuesta del Argentino hacia el Bar del mismo nombre para buscar a mi amigo Manuel Iglesias, hijo del dueño del Bar de mismo nombre, allí estaba Manuel, con su mandil o delantal blanco atado a su cintura y que le llegaba hasta los tobillos, parecía un tubo blanco, siempre ayudando y haciendo de camarero con sus padres en las tareas del Bar.

Era de carácter alegre y simpático cuando me veía llegar le preguntaba a su madre si podíamos dar una vuelta y ella si no había mucha faena lo dejaba la mayoría de las veces para que se diera un paseo.

Subíamos por la carretera hacia el Bar Liñan, y después subíamos por la cuesta de detrás del colegio de las Hermanitas y al llegar a la casa del Auxilio Social, donde siempre habían mendigos o indigentes esperando que les dieran su ración de comida, donde las jóvenes del Frente de Juventudes repartían la comida y un trozo de pan a cada uno o un bocadillo.

Continuábamos hacia arriba por la hilera de casas que hay a la derecha del camino y por detrás del Colegio del Gobierno y las casas baratas, ahí había un Deposito desde donde se suministraba agua a varios barrios de la parte alta del pueblo, estaba asentado sobre un barranco de tierra de color amarillento que cuando llovía se formaba un barrizal tremendo, el encargado del control de las aguas de ese Depósito era el Sr. Demófilo Linares vecino de mis padres, y él nos enseñaba como se depuraba el agua haciéndola pasar por un depósito lleno de arena (a modo de filtro) de diferentes grosores y encima ponía una capa de coloro Para que al pasar el agua tuviese las condiciones sanitarias para poderla consumir, era muy curioso ver el proceso de depuración y como el agua se aclaraba al paso por aquellos filtros.

Continuábamos por aquellos Olivares, donde jugábamos a placer sin molestar ni ser molestados por nadie, a veces solo nos sentábamos al pie de un Olivo y dábamos rienda suelta a nuestra increíble e inagotable imaginación sobre cosas que hoy en día se han hecho realidad, sino que además ya están superadas con creces, diré en honor a la verdad que no nos hacía volver el cansancio, noooo, nos hacía volver y corriendo la sed y el hambre, volvíamos corriendo como rayos, en busca de la riquísima papocha de aceite y azúcar o el pan con la ícara de chocolate o cualquier otra cosa que te cayera en las manos.

Que dichosos, felices, e inocentes éramos y que buenos e inolvidables ratos pasábamos con nada o casi nada.



Feliz día a tod@s.



José A. Montero

29/03/2.017  
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Buenos días Miner@s y amig@s del Mundo.

Estamos luchando por hacer una quedada Minera en nuestro pueblo de origen, “Villanueva del Rio y Minas”, con personas que residan en cualquier lugar de España o el Extranjero y que quiera unirse a esta quedada.

En ella estamos volcando tanto la Directiva de la Peña Atlético Minas de Cornella, como yo mismo, nuestras ganas, trabajo, organización y una cesta llena de ilusiones para poder lograr reunirnos, en ese pueblo que llevamos todos dentro y que por circunstancias de la vida se nos ha ido llenando de telarañas.

Con este viaje tenemos la intención de juntarnos todos los que podamos, vengamos de donde vengamos y estemos donde estemos, necesitamos desempolvar nuestras mentes y como si de una casa vieja se tratara, quitarnos las telarañas de nuestras mentes y volver a ver llenos de ilusión esas calles, esos barrios, esas personas que aún siguen viviendo en ese pueblo que tanto queremos.
Esas casas que conservamos en nuestras mentes y que aún conservan las paredes encaladas, pero que de estar cerradas sin visitarlas, se ha llenado de telarañas por los rincones, -esos rincones que a pesar del tiempo- tenemos gravados en nuestras mentes sin poder olvidarnos ni un solo día de ellas.
No deberíamos perder al menos por esta vez, la oportunidad de volver a ver ese pueblo, -que fue nuestro patio de recreo-, -la alegría de nuestra infancia y juventud- -la llegada de los primeros amores- los paseos por la carretera- los baños en la Ribera- y tantas y tantas ilusiones- nuestro lugar de estudios y nuestros primeros trabajos.

¿Por qué tenemos que vivir donde elegimos en su momento y no volver al menos unos días a nuestro querido y añorado pueblo?

¿Acaso no tenemos derecho a poder disfrutar de esos recuerdos? que a buen seguro nos vendrán como un torbellino a nuestras mentes, dando un suave paseo por el pueblo viendo los barrios, recordando situaciones y personas de las que nos acordaremos de sus nombres pero por el paso del tiempo, a buen seguro que si los tuvieses delante no reconoceríamos su cara, a menos que te diga quién es, a que familia pertenece y donde vivía.

Tenemos ese derecho y debemos cumplir esa ilusión al menos esta vez. Ánimo que seguro que lo pasaremos genial y nos quedará un gratísimo y permanente recuerdo de este viaje.

Apuntaros al viaje o procurar ir por estas fechas al pueblo que será una de las mejores quedadas Mineras, que jamás se hayan organizado, La Peña Minera de Cornella y el Ayuntamiento de las Minas está poniendo mucha ilusión y ganas para que esta reunión sea inolvidable.

Un abrazo a tod@s, feliz día.
José A. Montero
06/02/2.017

Os adjunto el programa del viaje y el precio, seas o no socio de la Peña Minera de Cornella.

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Buenos días Mier@s y amig@s del Mundo.
Hoy me viene a la memoria, recuerdos de mi infancia, recuerdos que no quiero, ni deseo, ni debo echar en el olvido.
Aquellas reuniones familiares en casa de mi querido tío Luis y la tía Rosarito, la hacíamos debajo de una enramada hecha de ramas de eucaliptus y que los críos nos encargábamos de regar y refrescar con el agua corriente que ya había en casi todas las casas del pueblo.
Los hermanos de mayor a menor, eran José (Pidopán), Rafael (Zapatero) y Luis (Tío Cañones) las señoras Belén, Rosario y Rosarito y los críos Francisquita, Paco, José A. y Juanita.
Se hacían Gazpacho en Almirez, carne con tomate, patatas fritas, huevos recién puestos, carne empanada, para los críos y vino en abundancia del Economato Minero. Por supuesto pan de morrongo.
Lo mejor de todo ver a los mayores en sus charlas pausadas sosegadas y llenas de sabiduría, entre los hermanos, las mujeres con los cotilleos y las penurias y necesidades familiares, y lo más divertido las tremendas travesuras constantes que hacíamos los más pequeños.
Estas reuniones de debajo de la enramada, se prolongaban desde la mañana al atardecer, luego nos esperaba un recorrido cantando y con mucha alegría.
Con nada o con tampoco éramos tremendamente felices y dichosos, estas reuniones crearon tanta fraternidad, hermandad y cariño que es imposible de romper y difícil de olvidar.
Este pensamiento lo dedico con todo cariño a mi prima que en gloria esté Francisquita y mi queridísima Juanita, que tanto quiero y querré hasta el último aliento de mi vida.
18/01/2.017
José A. Montero


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Aquella mañana de Primavera, se nos presentaba como un regalo por los fríos invernales que habíamos pasado en la cuenca Minera, recuerdo que mi padre estaba en el pozo 7, encargado del mantenimiento de las calderas que daban agua caliente a las duchas de los Mineros y calefacción a las dependencias de Oficinas que habían en la parte alta y al lado de la Cabria, pegado a la Cabria, había unos despachos que eran de los chapistas, que consistían en un cuarto donde habían un par de hombres que con latón troquelaban las chapas y les ponían unos números que posteriormente se colgaban de las vagonetas que salían cargadas de la Mina, esto significaba que cantidad de carbón había sacado cada grupo de mineros y de que turno, luego los anotaban en unos libros de registro que llevaban para así poder compensar a los de mayor producción.
Al lado izquierdo de las Oficinas de los Jefes del Pozo 7 hacia la izquierda había un camino que te llevaba en dirección norte hacia Constantina y a unos 200 metros más o menos a mano derecha, había dos montículos blancos y una caseta a la entrada que pertenecía a los Guardas Jurados que custodiaban los Polvorines que habían para la explotación de las galerías mineras.
Yo tuve la suerte de poder visitarlas infinidad de veces, con ellos y entrar en su interior de las galerías donde se almacenaba, gran cantidad de cartuchos de Dinamita, mechas y explosionadores, así como armas perfectamente alineadas en sus armeros.
Como dije al principio al salir los Mineros negros como el hollín y al entrar en los lavaderos y soltar el chorro de agua caliente, a voces le decían a mi padre Rafael coño, que ya estamos en primavera, afloja un poco esa caldera que nos vamos a pelar, pues el día ya se notaba con el calor de Primavera, de todas maneras ellos podían mezclar el agua con fría pero preferían que mi padre se la pusiera a la temperatura que a la mayoría les agradaba.
La caldera de agua estaba detrás de la Lampistería y al lado de la fragua donde los mineros llevaban los punteros de picar y los picos y palas a reparar.
A cuantos Mineros les abre dado lámparas en la lampistería a cambio me tenían que dar su chapa personal para colgarla en el lugar de su lámpara, para así saber si había alguna desgracia quien era el que la había recogido y quien faltaba.
Cuando salían de los lavaderos, limpios pero con los ojos como si se los hubiesen pintado por el carbón que siempre les quedaba en las cejas y respiraban el olor a hierba y a primavera parecía que revivían y se lanzaban unos andando y otros en Bicicleta hacia sus barrios y casas a ver y comer con la familia.
Cuantos recuerdos acumulados en la mente de un minero.


José A. Montero
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Ayer hablaba de cuando me iba a esperar a mi padre a la salida de Pozo 7.
Hoy continuaré recordando las conversaciones que teníamos de regreso a casa después de terminado el turno, hasta el Barrio de la Luz calle Antonio Núñez Moreno, que distanciaba aproximadamente unos dos o dos kilómetros y medio, tiempo suficiente de mantener una charla y hacer algunas preguntas y respuestas por parte de ambos.
Ya puestos en el camino, lo primero la pregunta de rigor era como está tu madre y que ha hecho de comer para hoy, como te ha ido en el Colegio, una vez contestado y satisfecha su curiosidad, seguía preguntando si yo había ido a cobrar las composturas de la Zapatería y quién había pagado con dinero y quien en especies (Garbanzos, aceite, lentejas, azúcar, leche condensada, etc. etc.).
Yo, lo único que pretendía era de cuando en cuando hacerle una pregunta sobre su trabajo, porque tenía miles de preguntas que hacerle y que él tenía un arte especial para esquivar la pregunta y darme una larga torera, porque jamás quería que yo supiera nada del trabajo del pozo, le decía a veces a mi madre a escondidas mías, Rosario no quiero que se entusiasme con este trabajo prefiero enseñarle el oficio de Zapatero antes que se quiera meter en las Minas que ya sabes lo penoso que es.
Aunque yo seguía insistiendo una y otra vez, para que me explicara en que galería había trabajado entibando, si el trabajo era duro o muy duro. La mayoría de las veces me adivinaba el pensamiento y me explicaba ahorrándose ciertos detalles, lo penoso de trabajar en las Minas y las penurias que pasaban otros compañeros, como por ejemplo los picadores y los paleros, los barreneros, los muleros, tirando y reponiendo vagonetas para cargar y/o sacar a la superficie llenas de aquel negruzco carbón que tanto nos hacía sufrir y padecer a las familias, mientras ellos estaban dentro trabajando. Siempre con él ¡Ay! Metido en el cuerpo de que pudiera pasar algo dentro de la Mina.
También me contaba cosas que yo lógicamente desconocía, y que me daban verdadera lástima y era como cegaban a los mulos de tiro que habían dentro de la Mina para que no tuvieran miedo a la oscuridad y pudieran trabajar tranquilos y sin desbocarse en las estrechas galerías. A estos animales no les faltaba jamás el pienso compuesto de paja y cebada, siempre los tenían repletos los abrevaderos y los pesebres una manera de mantenerlos fuertes para el duro trabajo en el interior de las Minas, aunque la vida de estos animales según me decía mi padre era corta, la mayoría de las veces terminaban medio reventados por los tremendos esfuerzos a los que estaban sometidos, a las galerías me explicaba mi padre bajaban para su seguridad por el tema del Grisú, Jilgueros y Canarios, debido a lo sensibles que son estos animales a este gas, los mantenían en jaulas cerca del tajo donde estaban ellos, no les quitaban ojo de encima ya que cuando veían que el pajarillo dejaba de volar o se mantenía quieto en el suelo de la jaula era señal de que había grisú en la galería y tenían que salir corriendo sin mover las lámparas para que no se produjera una explosión.
Una vida durísima la de los Mineros, que nunca fue debidamente remunerada ni reconocida.
En fin por hoy voy a dejarlo aquí, otro día continuaremos con más cosas de las Minas y sus hombres en toda la extensión de la palabra.
Hoy les brindo como cada día un homenaje a todos ellos que nos supieron sacar adelante con su trabajo.
Feliz día a tod@s.
José A. Montero
17/01/2.017 ( hoy fecha capicúa)
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Dicen las noticias que viene una ola de frío, por lo que nos veremos en la necesidad de tener que abrigarnos más y preservarnos de la epidemia adelantada de la gripe que azota a toda España.
Esto me hace retrotraerme mentalmente a aquella época de nuestra niñez o infancia.
Hoy contamos con ropa extraordinariamente buena y de calidad, “antitérmica, transpirable, de doble cara, adaptable a bajas temperaturas, etc. etc. contamos con unos zapatos o botas de distintas calidades y térmicas, de suela blanda o dura según convenga, transpirables o adaptables.
Que diferencia a nuestra época en la que no cabía otra que “encebollarte” con capas y capas de ropa, “camiseta de manga larga, engüatá, camisa de tela gruesa, un chaleco y el Tabardo o el Berbetón de lana y de color azul marino por supuesto”.
Los calzoncillos largos también enguatados, pantalones de pana o paño y dos pares de calcetines y los que tenían suerte zapatos o botas de cuero y como me iba  a olvidar del molesto pero eficaz PASAMONTAÑAS Y GUANTES y a pesar de eso nos salían unos sabañones como una moneda de a dos reales, menos mal que entonces estábamos delgados que si no hubiésemos parecido Ovillos de lana.
Salíamos con la cartera en la mano o a las espaldas, camino de los Colegios, unos al del Gobierno y otros a los Hermanos Maristas, a veces para no tiritar tanto en el camino, te echabas una carrerita “como haciendo ver que llegabas tarde y cuando entrabas en calor” volvías a acomodar el paso, cuando llegabas a la altura del Bar Sientesé, te venía aquel inconfundible olor a café “qué bueno por Dios” y el olor a churros de la churrería que había a su lado y al lado de la Plaza de Abastos, aquel olor te hacia la boca agua y te entraban unos deseos irrefrenables de querer tomarte otro café con leche recién ordeñada antes de llegar al Colegio, también por esta época se hacia el prensado de la aceituna en el Molino y te llegaba aquel fuerte y penetrante olor del “alpechín” de los restos de pellejo y hueso de la aceituna una vez prensado, atravesabas el Mercado de Abastos como queriendo cortar camino, saliendo al puente, a veces te cruzabas con algunos de los camiones de la Compañía y tenías que echarte a un lado o con el coche de color gris que lo más seguro es que iría a recoger a alguno de los médicos que estaban de guardia para hacer las visitas domiciliarias a los enfermos, “Don Antonio o D. José Menacho”.
Una vez en el Colegio, la obligatoria formación en el patio a toque de campana (esa que tan bien custodiada tiene la Asociación de Antiguos Alumnos de los Hermanos Maristas), nos hacían rezar un padre nuestro y el obligado canto del Carta al Sol, algunos saltábamos en las filas y cruzábamos las piernas deseando que terminara aquella obligación para correr hacia los lavabos y hacer aguas menores antes de entrar en clase.
Así que hoy notamos que hace frío pero no pasamos frío como antaño.
¿O no, Mineras y Mineros?
José Antonio Montero
13/01/2.017 ---------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------


Esta mañana al despertarme, he oído después de mucho, mucho, mucho tiempo el inolvidable sonido particular, la melodiosa musiquilla de ir y venir soplando por la flauta del ancestral AFILADOR, y casi inconscientemente me han venido ganas de gritar “MAMA, MAMA, EL AFILADOR” tampoco he podido evitar el transportarme a aquellos tiempos en los que venía callejeando por los barrios de nuestro, soplando la famosa ...flauta, que después comprábamos una de plástico en cualquier tienda los críos para tratar de emular su sonido.
Ésta mañana uno de mis gemelos ha oído ese sonido por primera vez en su vida y ha dejado de ver los dibujos animados para asomarse al balcón para investigar de donde venía el sonido y ha entrado corriendo a preguntarnos, Papá, Mamá esa música tan bonita de que es y le hemos respondido al unísono los dos, ¡es la música del afilador!, el hombre que afila los cuchillos y las tijeras.
Y nos ha inundado de preguntas, ¿y porque va por la calle y no está en una tienda? ¿Porque hay que afilar los cuchillos? ¿Porque no pasa todavía por nuestra calle? Y así una pregunta tras otra hasta que lo ha visto aparecer por la esquina y le hemos explicado el cómo y los porqués de su oficio, pero extrañamente, nos ha sorprendido que haya preferido quedarse mirándolo para ver como afilaba los cuchillos, a seguir viendo dibujos.
Seguramente ha sentido lo que muchos de nosotros en nuestra niñez, sentíamos al verlos por las calles de nuestro pueblo, una atracción mágica he inexplicable, pero que te queda gravada en la mente para toda tu vida.
De cuando en cuando me vienen a la memoria, esos recuerdos de mi infancia, recuerdos que no quiero, ni deseo, ni debo echar en el olvido. Como seguramente le pasaran a mis gemelos con estas cosas, del pasado.
Con nada o con tampoco éramos tremendamente felices y dichosos, estas pequeñas cosas hacen que sean muy difícil de olvidar.
Esta sensación que me ha hecho recordar uno de mis gemelos ésta mañana, se lo agradezco en el alma, aunque él por su corta edad aún no se dé cuenta de la importancia que tiene para nosotros estos momentos de recuerdo.
Feliz día a tod@s
04/01/2.017
José A. Montero

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NAVIDAD EN LA MINA.


Recuerdo, ¡qué recuerdos!, cuando mi padre se acercaba al Bar de la carretera de Villanueva, El Bar del Cosme, junto al taller de bicicletas de Paquito el de la Luz y al lado de la Carpintería de Membrilla. O era Menbrive, a esperar al coro de Campanilleros del Alcolea del Rio, que venían dirigidos por el Maestro Melchor Parrilla, primo hermano de mi padre.

Mi madre, Rosarito, junto con otras vecinas del barrio, tenían sobre sus mesas de camilla dos lebrillos de mediana medida, y sobre la cocina los arreos de especias, (ajonjolí, anís, matalahúva, clavo, sésamo, anís en grano y en especias, sésamo, canela, pieles de limón y naranjas y así un largo etc. sin faltar el aceite para freír y aderezar la masa de la harina y la levadura.

Aquellos lebrillos de barro desprendían un olor tan característico que inundaban la calle con su perfume, en otras casas, se preparaba la comida de la Navidad para todo el grupo familiar y de amigos que se reunían en aquella paz en aquella concordia que hoy tanto echamos en falta y que por desgracia tanto añoramos, mal que le pese a muchos.

Para todo el que llegara a cualquier casa siempre había dispuesto un vasito o una copita de anís, dulce o seco, dependiendo de los gustos personales, tu plato de pestiños, roscos y alfajores, mantecados de Estepa que las mujeres habían ido a Sevilla a comprar expresamente unos días antes y que tenían guardados en las alacenas o en los armarios del comedor.

Cuando llegaban los Campanilleros a la Mina, dejaban las bicicletas en el patio del Bar y salían cada uno con sus instrumentos sonándolos a modo de ensayos previos, mi padre invitaba a la primera copa de Anís en el Bar y salían todos hacia mi casa en el Barrio de la Alegría o de la Luz, dependiendo de qué año fuese, tocando por la carretera al son de las coplas de Campanilleros llegábamos a mi casa y se tomaban las 2 o terceras copas y de ahí salíamos hacia la capilla de las Hermanitas donde se tocaba desde el coro una vez terminada la Misa del Gallo, las Hermanas regalaban al Maestro Melchor unos presentes y les invitaban a Anís y unos dulces elaborados por ellas, algunos de los campanilleros se los metían en los bolsillos porque los guardaban para su mujer y sus hijos de ricos que estaban (según decían ellos), yo era un niño de entre 8 y 12 años más o menos, pero lo tengo grabado en mi memoria como si estuviésemos ahora mismo en el Convento.

De allí salíamos hacia los bares y hacia los Hermanos Maristas que nos recibían de la misma cordial manera, después tocaban en las casas de los Jefes donde algunos eran generosos en sus propinas y otros mejor no opino y no ofendo a nadie.

Se recorrían las casas de los Médicos y los practicantes en forma reconocimiento de agradecimiento hacia la labor que hacían por los Mineros, también eran generosos con ellos.

Recorríamos media Mina con ellos, y ya de madrugada avanzada algunos la voz la tenían en el pecho ahogada, sin poder articular palabra, ¡Heeeee, pero la copa no la perdonaban!

Llegábamos a mi casa ya casi de mañana y mi madre por más que insistía no había manera de que probasen bocado de la cantidad de platos que habían elaborado.

Las típicas carnes en salsa, los pucheros, las sopas, los panes morrongos, los vinos, etc. etc. y los adobos, que ricos.

En fin, ya estamos en Navidad y con la carga de nuestros recuerdos y añoranzas.

Feliz Navidad a tod@s Miner@s y amig@s del Mundo.

José A. Montero13/12/2.016

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22/11/2016

Buenos días Miner@s que estáis por el Mundo.

Vamos a iniciar un (Paseo virtual por el barrio de Las Cuevas) en Villanueva del Río y Minas (Sevilla).

Escrito por los Hermanos, Juan Manuel y Antonio Reina Moreno y la colaboración y narración de José A. Montero que ha tenido la idea de contar nuestras vivencias en la Mina.

Voy a narrar en prosa lo que antes he hecho en verso, en esta ocasión lo haré por el barrio de Las Cuevas, en colaboración con mi hermano, Juan Manuel Reina Moreno.

Teniendo en cuenta el tiempo que ha pasado, no están todos los que son, pero si son todos los que están.

Como estamos en la era de la tecnología audiovisual, cada uno que quiera dar un paseo al pasado, que se acomode en su sillón favorito, se ponga unas gafas de visión virtual, la programe en modo retrospectivo (si esto fuera posible) y/o bien cierre los ojos y nos acompañe y así todos juntos nos trasladamos a los años 50 (año arriba, año abajo) del siglo XX.

Iniciaremos el paseo saliendo de la Escuela de los Hermanos Maristas por la cancela que da al molino de aceite, donde se ve un montón de alpechín, (líquido fétido que sale de las aceitunas apiladas antes de la molienda y cuando, al extraer el aceite, se las exprime con el auxilio de del agua hirviendo).

Un poco más abajo a la izquierda, encontramos el despacho de carbón y terruzo (o turba tierra del carbón de poco valor energético), del que se abastecen los fogones de las casas, allí se acumulan largas filas de carrillos de mano particulares, reatas de burros con sus arrieros, esperando a ser despachados para llevar el combustible a los hogares, unos a cambio del vale o cupo de los Mineros y otros porque al tener más familias lo compraban para abastecerse.

Seguiremos la carretera negra por el Terruzo depositado a lo largo de los años, y pasamos por debajo del puentecillo por donde circulan los trenes de la Compañía transportando diversos materiales.

Continuamos y vemos un sendero que sale a la derecha y que transcurre por entre una variedad de huertos donde los Mineros se cultivan toda clase de hortaliza que les sirven de complemento alimentario a sus familia, también se observan gran cantidad de árboles frutales de diversa especie de fruta, (Naranjos, Limoneros, Nísperos, etc. etc.

Ahora vamos a pensar que estamos en el mes de Mayo, el mes por excelencia de las flores y también (el mes dedicado a la Virgen María), en todos las bardos de esos huertos crecen infinidad de rosales de flor pequeña, claveles, campanillas, con estas flores haremos ramos para ofrecérselo a la Virgen.

Si seguimos por la carretera, en sus márgenes hay hileras de moreras de hojas esplendidas para alimentar a los gusanos de seda que guardamos en cajas de zapatos y de exquisitas y dulces moras blancas.

En los huertos que hay a la derecha y a la izquierda, está el gran vacie donde se depositan los escombros del carbón una vez lavado y cribado.

Por esta zona, aislada, en medio de los huertos hay una casa, sola al lado de un brazo desviado de la Rivera, es la Casa de Máquinas.

Ahora ya entramos en el Aguasalá, llamada así porque por aquí fluye un arroyo de agua salada que viene del bombeo de las galerías y otros servicios de la mina, la hacen desembocar en la Rivera y a partir de aquí el agua ya no es potable.

Más adelante pisamos ya la calle Capitán Cortés, a unos pasos nos encontramos con la tienda de la Gríla, que es de comestible y un poco de todo.

Enfrente, hay una fuente donde podemos refrescarnos, pues a estas horas ya va haciendo calor.

Avanzamos un trecho más para tomar un refrigerio en el bar de Pepillo el Cojo, una vez repuesto seguimos el paseo y vemos en la acera de enfrente la tienda de Manuel Sigle.

Más adelante a la izquierda, en un localcito tenemos una zapatería que hacen unas botas a mano en la que, en la suela le ponían tachuelas y en la parte delantera y trasera unas medias lunas de hierro. ¡Cómo para ir de incógnito!

Andamos unos pasos más y llegamos a la famosa tienda de La Perena, que vende al fiado y gracias a eso las familias pueden llegar a fin de mes hasta que se (cobraba la paga o el jornal de la Compañía).

Si sigamos caminando saludaremos a Manuel el Barbero que ahí a la derecha, tiene su barbería.

Por detrás en una de esas casas vive el “Hércules de La Mina”, Manolito el Carnicero.

Más adelante pasando la curva, la tienda de muebles del Cuadrado, que más tarde será del Sargento Pajuelo, y que también fue apoderado de Manuel Muñoz “Manili”, nuestro torero.

Como el calor aprieta, tenemos aquí a la derecha el lugar idóneo para refrescarnos y tomar fuerzas: “El bar la Parra”, salimos de aquí y saludamos también a otro barbero, Sr. José.

Junto a la barbería vive María La Cuca que es “Re-componedora” de huesos, testigo directo es mi hermano al que le enderezó las muñecas y los tobillos.

Desde este lugar sale un camino con una bajada muy pronunciada, por aquí vive Rafael Cano, su hermano Antoñín, y un poco más retirado Antonio Herrera, (este camino llega hasta la Gallega), a la izquierda del camino cuando la cuesta termina, en una casita aislada y mal comunicada vive Petronila, y por encima de esta casa la de Francisco Cano.

Retomamos la carretera desde la barbería y se nos ofrece la visión de una casas que parecen colgadas en la ladera de un monte, todas blancas, que son como una postal navideña.

Este barrio se llama Las Cuevas, porque en la mayoría de estas casas tienen excavadas en el interior aprovechando la ladera unas cuevas que sirven de dormitorio o almacén fresquera a modo de Nevera natural.

Algunos vecinos de estas casas son, Adelaida la Gitana, Caborraja, Dominga y sus hijos Juan, Bartolomé, Mané. Los Tates, Palmira y sus hijos Antonio y Carmeluchi, el Jigato.

Formando como un gran balcón gigante hay en la parte de arriba otras casas, sus vecinos son Salud y su hijo Chamarín, Bengines, Talela, Loberos con la muda y su hijo Pedrín, Garres, Cocorín y Baldomera, estos, tíos y primos de José Antonio Montero y la casa de los Palacios.

En una explanada con una acacia grande y vieja con mucha sombra, Leonarda tiene que soportar los juegos y griteríos de los chavales que se divierten allí.

Adelantémonos un poco y veremos una casa con un patio muy grande donde está Timoteo y familia, Antonio Rodríguez y familia, llamados los Vecinos, a continuación Juan Manuel Fernández, hermano de Dolores la Sevillana con sus hijos Juan Miguel, Paco y Rosalía, y con ellos José Vilches.

Seguimos y ahí está Esperanza y sus hijas con su taller de costura, después Pepíco y Pepíca con su tiendecita, que le vendieron su casa a la familia Aguilera, se asoma a la puerta Dolores la Sevillana y Luisíco con sus hijos Francisca, Juan Miguel, Luisito y Rosalía, que fueron uno de los primeros en tener radio, donde íbamos a escuchar peticiones del oyente de radio Andorra.

Pasamos por la puerta de Eduardo el Zorrito y llegamos a la última casa de la fila con el número 176 de Capitán Cortés, esta casa está habitada por la familia Reina, con Manuela la Tejera a la cabeza, esta casa tiene una frondosa higuera en un amplio corral, ¡es nuestra casa!

En el corral, mi padre hizo otra casa, la primera con el tiempo pasó al poder de Pinchaúvas “el cabrero”; la segunda a la Salinera, cantante, casa que antes fue de Carmen la Molinera.

Frente a esta casa hay un paso a nivel, nada más pasarlo está la casilla de la Renfe donde moran dos familia de ferroviarios, en una Enrique, Filo y demás familia, en la otra Antonia la modista.

Nos volvemos hacia atrás y en la carretera miramos a la izquierda y vemos a unos 300 metros el pozo nº 6, a la derecha la famosa y nunca olvidada Chimenea del 5, un vacie donde en la explanada de piedras de carbón habilitada para campo de futbol se juega a la pelota (que raro es el día que no hay algún chaval descalabrado o con las rodillas quemadas por la tierra áspera y negra procedente de los desperdicios de haber hecho la Briqueta).

Cruzamos la carretera y frente a la puerta del corral de la casa 176 está la de la familia Ríos, y junto a la pared de su patio hay un grifo que por perder agua es el reclamo de avispas y abejas. También sirve para lavatorio del mendigo oficial del barrio: Jeroles.

Entre estas dos casas discurre un camino, al fondo está el cortijo de los Condes que alberga tres familias, en la parte frontal Justo y Remedios con sus hijas Virtudes, María, Ana y Rosi.

En la parte posterior José María García Morlesí, que puso una escuela de párvulos (a la que se llamaba cariñosamente “El Mediano”) con sus padres y María su hermana, que más tarde se casaría con Bartolomé. En el lateral de la izquierda Rafael Peña, donde tiene una fábrica de gaseosas, “Gaseosas Peña”.

Retomamos el camino y pasamos por el cortijillo en el que vive la Pincha y familia, aquí, también su yermo Homero abrió una escuela. Al final del camino llegamos a la vaquería de Antonio el “Pescaó” que es buen domador de caballos.

Como la sed aprieta nos paramos en la fuente “La Gallega” trasegamos su agua fresca, descansamos, admiramos el remanso de aguas mansas de la Rivera al paso por este apacible lugar. En este barrio viven entre otros, Limones, Legionario, Peluqui.

Seguimos la ruta ahora en paralelo a la Rivera hasta llegar a un cañaveral, a la izquierda hay unas casas que están en la ladera como sembradas a boleo que llegan hasta el molino, por aquí están Rebana, el Dulcero, el Chato, el Cafetera, los Molineros.

En un pequeño otero (Cerro aislado que domina un llano frente al cañaveral) donde vive la familia Navarro que cortan y recogen las cañas. Antes de llegar al cañaveral en el margen derecho de la Rivera hay una gran piedra voladiza de donde se lanzan de cabeza al agua los chavales más atrevidos.

Como ya tenemos ganas de llegar al final no nos entretenemos mucho y llegamos al molino donde se muele el cereal; debajo, un tragante (denominado Zua) por donde pasa el agua con fuerza para mover las piedras del molino.

Una vez pasado el molino nos metemos en un arenal, consecuencia de las riadas que han depositado aquí la arena, y que es la delicia de los niños que aquí juegan.

Por fin llegamos al Tejar de Josefa la Tejera y Manuel su marido (nuestros abuelos) en esas casas que hay subiendo la escalera vivían nuestros abuelos (y también nuestros padres) es donde vinimos al mundo los tres hermanos Reina: Antonio, Manuela y Juan Manuel.

En este tejar se hacen ladrillos, tejas, macetas, cántaros y búcaros para el agua fresca y el atanor, que tenía dos utilidades, una era, como soporte para apoyar las macetas, tenía aproximadamente un metro de altura con una flor de barro pegada en el centro, y otra como cañería para conducir el agua para las macetas.

Sobre el mantillo del llano ese, es donde se amasa el barro, el edificio alargado que se ve al fondo es el taller obrador donde Antonio el maestro tejero labra todas las piezas de alfarería, que luego una vez secadas por el aire, se meten en esos hornos, es una gozada verlos cocer lo que tienen en sus panzas (sobre todo en invierno).

Ese pozo que ahí vemos al lado del tejar, es de donde se saca el agua para aderezar y poder amasar el barro con facilidad, esta agua era muy fresca y un poco salobre.

Si miramos hacia arriba, veremos allá en lo alto del cerro una casa que es la de Antonio el Cojillo, gran fotógrafo.

Podemos volver por el mismo sitio, o bien nos subimos por el cerro y por un caminito que hay entre los eucaliptus iremos a dar cerca de la casa del Pescaó.

Pero lo más fácil es quitarnos las gafas, o abrir los ojos y volver a la realidad y guardar en el disco duro de nuestra memoria el largo paseo virtual que hemos recorrido.


Lo dicho:

No están todos los que son

Pero si son todos los que están

Olvidarme de ellos no fue mi afán

Si en algo erré, pido perdón.

Antonio Reina.


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27/09/2.016

Supongo que ha algún@s sobre todo los de nuestra edad, de cuando en cuando le vendrá a la memoria, lo que cíclicamente pasaba por las calles de nuestro pueblo y es que aunque se ha perdido por la modernidad de los tiempos, no se pierde en el cajón de la memoria de nuestra experiencia y vivencias, que tuvimos en nuestra infancia y juventud.
Un@s recordarán una cosa y otros otras, como por ejemplo, cuando venían aquellos forasteros correteando nuestras calles vendiendo Alcaparras y Alcaparrones, otros venían vendiendo miel y panales, otros la deliciosa Milhojas con sus tropezones de calabaza confitada, palmitos y palmichas, higos chumbos, palmichas, también venían los afiladores empujando la muela de afilar con su rueda grande de madera y tocando aquella melodía de la flauta de afilador, el paragüero, el estañador de los lebrillos a los que les ponía unas lañas o grapas y en las ollas quemadas de tanto hacer guisos y potajes, les ponía un remiendo de chapa soldada con estaño.
Aquellos hombres que traían varios borricos cargados de enormes sacos de cisco, o los aguadores con sus Cisternas de agua dulce cuando había sequía en la zona, (El Chamorro de Villanueva, El parra), unos la traían de la Fuente dela Rata y otros de los pozos de Villanueva.
También recuerdo, cuando venían aquellos camiones cargados hasta los topes y se ponían en los cruces de las calles y un charlatán con un micrófono colgado del cuello, vendía, mantas, sabanas, ajuares, cacerolas, menaje de cocina, etc. etc., donde por una cantidad te llevabas medio camión, claro si tenías necesidad y dinero.
Recuerdo que mi madre compró unas mantas Toledanas que no pasabas frio ni queriendo, y unas colchas preciosas que parecían de lujo en la que llevaban dibujos de cacería y otros adornos.
En fin, todo esto ya no existe nada más que en la mente de estos futuros viejos y digo futuro porque no me considero como tal.


José A. Montero

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26/09/2016

Quien de vosotros no se acuerda de las famosas carteleras para anunciar las películas que se estrenarían en el pueblo.
Yo recuerdo una especialmente, porque estuvo en cartelera, varias semanas y las mujeres hablaban de la película con una devoción y una intensidad, lloraban contándola, viéndola y recordándola.
Los hombres por buena que fuera la película de vaqueros o de guerra que hicieran, no ponían tanto énfasis en sus comentarios, sobre tal o cual actor o situación en la película.
También supongo que recordareis que para ver una película de estreno en la Mina había que comprar las entradas un día o dos antes o como mucho y apurando, se compraban por la mañana en las famosas taquillas que habían al lado de la Relojería de Jaramago y enfrente del puesto del Mariano o en las del cine de invierno de abajo.
La película en cuestión contaba la triste historia de una mujer que al perder a su marido y que por diversas y varias cuestiones, se vio obligada a dar su hijo en adopción.
El niño fue adoptado poco tiempo después por unas personas pudientes, pero el destino quiso que pasado un tiempo, la mujer entrase a servir en la casa donde estaba su hijo adoptado, y al percatarse de quien era el niño, se estableció un secreto entre ellos que guardaban en un secreto inviolable.
Rosa (Imperio Argentina), llego a cuidar y educar a aquel niño hasta el extremo para que su hijo fuese lo que ella había soñado para él.
Os pongo el enlace por si queréis ver la película entera, yo como he dicho antes la recuerdo con especial cariño porque mi madre llegó a verla varias veces y hasta hizo que mi padre la llevase a Sevilla para verla otra vez más, antes de que la quitaran de las carteleras.
La película en cuestión, porque seguro que os estáis preguntando, ¿Pero qué película es? ¿Cuál es su título? ¿Quién será la protagonista?.
Pues aquí tenéis el Título de la película, el enlace y la protagonista.
AMA ROSA
Imperio Argentina.    
          https://gloria.tv/video/kmHfS3DQgnvY6duhhRiESz1HN

 José A. Montero

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26/09/2016
Buenas Miner@s y amig@s, ahora os traigo algunas de las canciones que figuraban en la cartelera de nuestra época y que ponían en los cines previo a que empezara la película.
Era la única forma que se escuchara en casi todo el pueblo, desde aquellos altavoces en forma de campana que teníamos en aquella época.
Era costumbre que una o dos horas antes te pusieran la música para atraer a las taquillas a los posibles clientes.
Mientras los Chiripas que eran los encargados del mantenimiento de poner las sillas y barrer el cine y preparar las altramuces, pipas de girasol, calabaza, caramelos y demás, para que antes de empezar pasara los dos chavales que tenían vendiendo (anunciaran Hay pipas y caramelos, altramuces, chochos) y lo hacían  de forma machacona y monótona.
Y antes de empezar la película no sé si os acordáis, daban dos avisos con las luces apagándolas por unos segundos, y los chavales cantábamos Uuuuunnnnnnnanaaaaaaaaa, Ddddoooooosssssssss, y en la última decíamos a voces ahí vaaaaaaaaa.
Los porteros y el maquinista encargado de echar el cine se cabreaban más que un mono, pero lo pasábamos de muerte.
Os invito a escuchar esta pequeña muestra de las canciones de nuestros tiempos, que a buen seguro os traerán unos gratísimos y maravillosos recuerdos. 
Solo tenéis que picar encima de las letras azules y os saldrá directamente la canción.
https://www.youtube.com/watch?v=6payhuHbsvg  (Ojos verdes) Concha Piquer.
https://www.youtube.com/watch?v=Y_VqHglTRkk&list=RDY_VqHglTRkk  (Y sin embargo te quiero) Concha Piquer
https://www.youtube.com/watch?v=46HRat7YBvc  (Romance de Valentía) Concha Piquer
https://www.youtube.com/watch?v=R438b1H2HTc (Te he de querer mientras viva) Marife de Triana.
https://www.youtube.com/watch?v=RD8qcG_IoYU  (Francisco alegre) Juanita Reina

Espero que os haya gustado este gratísimo recuerdo.

José A. Montero

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20/09/2.016

De nuevo rebuscando en la memoria, me vienen aquellos días en los que la rebusca en cualquiera de las siembras que había en las fincas de alrededor de nuestro pueblo,  nunca mejor dicho era una forma de tener de forma barata, cualquier alimento que pudiéramos meter en la despensa de casa, con lo que se fomentaba el ahorro en las compras de estos alimentos.
Generalmente se rebuscaba, patatas, maíz, remolacha, aceitunas, entre otros.
También ya que estamos en el campo, recuerdo al menos yo y poco me equivocaría si otros u otras no hicieron lo mismo cuando terminaba el colegio, para no estar ociosos y por la necesidad de ayudar a  las familias o simplemente porque había que reunir dineros para la feria, nos presentábamos a los manijeros de las cuadrillas de los Terratenientes del pueblo, a pedir unas peonadas, en el escardado con el amocafre en la mano o con la hoz si se trataba de segar trigo, garbanzos con el dedil de material de cuero, puesto en el dedo meñique y atado a la muñeca para no cortártelo cuando segabas y si te cortabas, notabas aquel salitroso escozor que sueltan las plantas de los garbanzos en el corte que te paralalizaba prácticamente la mano, pero aun así tenías que seguir porque ya se encargaban los manijeros de provocar toda clase de comentarios bochornosos y desfavorables hacia aquel que se quejaba, y al más débil lo utilizaban de aguaor, yendo y viniendo a por agua a veces a varios centenares de metros con un cántaro que no podías con él, ni en el cuadril ni en el hombro, ya que en definitiva no éramos hombres si no chiquillos con mucho cuerpo pero nada más.
El garbanzal que cada año sembraba Isaías en la cuesta de barro de color ocre que hay antes de llegar al cortijo  a mano derecha de la carretera que va del cruce de las Minas a la estación de Alcolea y el Carbonal, enfrente Barranco tenía sembradas las famosísimas Sandías y melones al lado del lecho del Rio entre la Huerta que tenían los Vázquez y la finca de Valdevacas, también hacíamos la campaña del algodón, pimientos, etc. etc., cuando tocaba la recogida del maíz, tenías que ponerte el pañuelo de forma que no te entrara la pelusilla de la fayuca de la panocha de maíz, porque si no te picaba por todo el cuerpo y ya no te encontrabas a gusto en toda la jornada.
Después veía la esfoyaza o esfoyazar de hojas las mazorcar para hacer las ristras de panojas o panochas para ponerlas a secar o bien meterlas en los graneros para su conservación.
Cómo olvidarnos de la cogía de las aceitunas, en las que se vareaban los olivos con las orquetas o palo largo y en la base se ponían los sacos o plásticos para poder recogerlos mejor, aunque lo mejor de todo era tener una buena candela en medio del grupo de recogía y algún@s haciendo tostadas untadas con manteca colorá o blanca y café para el desayuno o tostadas con aceite y ajo que tampoco están nada mal.
Aquellos dedos helados del frío y con tanta ropa puesta casi no te podías ni mover, sobre todo las mujeres cuando tenían que hacer sus cositas, (vaya trabajera), jajajajajaja.
Bueno ya os he hecho recordar otro periodo de nuestra época, que espero que os haya gustado y hayáis pasado un buen rato.

José A. Montero
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16/09/2.016

Siguiendo con mis propias experiencias y travesuras de aquellos felices tiempos de nuestra juventud, os diré que recuerdo con cariño, aquellas rabonas (faltas a clase) que hacíamos rara vez, pero algunas se hicieron, previamente nos poníamos de acuerdo varios chavales para decidir hacia donde iríamos, o bien que haríamos en el momento en el que estuviésemos juntos.
La mayoría de las veces, quedamos varios chavales y después solo nos presentábamos tres, (o éramos los más tontos o los más atrevidos), la mayoría de las veces no pensábamos en lo que después nos podía caer en casa si hacíamos alguna trastada de las gordas, que de seguida, no sé por qué arte de birlibirloque se enteraba todo el mundo antes que llegáramos a nuestras casas, de nuestras fechorías.
Evidentemente ante las preguntas que nos pudieran hacer, nosotros lo negábamos con cierta dignidad y un poco de miedo a lo que ahora está prohibidísimo, ¡¡Ósea dos hostias bien dadas!! Que te quitaban las pamplinas para una temporada, y mira tú por donde, aquí estamos más sanos y a gustos que una pera y sin el menor rencor a nuestros padres, tíos o vecino que te encontraba en el lugar inadecuado. (Coño, que hoy agradecemos aquellos castigos que nos hicieron ser hombres de provecho), sin rencores ni malos recuerdos y añorándolo con cariño, “o no es así” que alguno me rebata lo contrario.
Éramos unos trastos y un poco rebeldes, pero rebosaba la felicidad por todos nuestros poros de la piel, a pesar del castigo que después venía, pero que tardaban en irse casi menos tiempo que el de la imposición de los padres. 
Otros compañeros y amigos, tuvieron menos suerte en estas cuestiones, pues tuvieron la necesidad de tener que ayudar al mantenimiento de las familias por diversas razones que ahora no vienen a cuento, algunos trabajaban de sol a sol, explotados y mal pagados, pero era lo que había en aquella época, y después nos vino la desgraciada (emigración “exterior” y la inmigración “Interior”), para seguir trabajando de sol a sol pero en otras ciudades y pueblos de España y el Extranjero.
Y muy a pesar de eso, 30, 40, 50 años después seguimos queriendo y amando a ese pueblo que nos vio nacer y donde dejamos a tantos y tantos amigos y familiares.
En fin no quiero ponerme melodramático, porque a pesar de todo nos sentimos orgullosos de ser de Villanueva del Río y Minas.
Feliz día a tod@s Miner@s y amig@s.


 José A. Montero

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15/09/2.016

En aquellos tiempos de los 50, 60, 70, tengo que decir en honor a la verdad, que a las chicas de nuestras edades, les toco peor parte que a los chavales, ya que las preparaban de otra manera o distintos quehaceres que a los chavales.

Y, sinceramente no quisiera estar escribiendo siempre de nuestras travesuras y dejar de lado a esas niñas o chavalitas como queramos llamarlas que estaban mucho más sacrificadas que nosotros lo que nos dedicábamos solo a estudiar o a hacer esporádicamente labores del campo, con los Isaías, Barranco, etc., etc.

Yo como no tenía hermanas, siempre acompañaba a los amigos a su casa para ver a sus hermanas y ver como bordaban aquellos mantones negros de tela de raso, llenos de flores multicolores.

Aquellos pies pegados al pedal de la maquina parecían, las bielas de la máquina de un tren de la velocidad con la que marchaban y al mismo tiempo moviendo el bastidor de presión para que los dibujos salieran perfectos.

A otras las Costureras las enseñaban a coser y hacer todo tipo de prendas y a repararlas y lo mismo te hacían una chaqueta que un traje completo, pero donde ponían verdadero primor eran en sus trajes para estrenarlos en la feria.

Otras hacían bolillos, tejían a máquina, o con el famoso huevo reparaban las carreras de las medias.

A ellas no las dejaban zanganear como a nosotros los zagales, porque si no estaban cosiendo o haciendo alguna labor, las enseñaban a fregar platos, suelos, cocinas o a hacer las deliciosas comidas que hacían las madres, siempre entretenidas y manteniéndolas siempre laboriosas, para que se pudieran hacer una buena mujer de su casa.

La verdad hay que reconocer, que llevaban una vida más sacrificada que nosotros los zagalones, que o estudiabas o trabajabas en cualquier cosa ya fueran labores de campo o ayudando en cualquier taller de carpintería, fragua, de bicicletas o ayudando en cualquier cosa que requiriera nuestra fuerza.

En fin, que hoy quiero rendirles un merecidísimo homenaje, a esas mujeres que tanto y tan bueno han hecho por nosotros, aparte de parirnos, darnos la teta, mimarnos y cuidar de que no nos desviáramos por el mal camino. Gracias, gracias y mil veces gracias, porque sin vosotras no seríamos iguales.

 José A. Montero

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Noches a la Fresca:
02/09/2.016  
Aquellas noches de calor sofocante, se refrescaban las “aceras” o “aceraos” con cubos de agua suficiente como para que por la noche estuviese medianamente fresco, las calles se refrescaban también regándola y esparciendo el agua con las manos, todo un ritual desde el atardecer, para cuando los mayores se sentaran no subiera la flama de calor sofocante y se pudieran encontrar incomodos en sus eternas conversaciones unas más amenas, otras serias y otras de chistes y cantes, generalmente los padres eran los encargados de preparar en las aceras en lugares que estuviesen limpios de bichos, (hormigas, salamanquesas, alacranes, etc.) las camas de los críos.

En aquellas tórridas noches de verano, los críos y crías llenos de energías, posiblemente porque por la tarde se habrían comido un buen trozo de pan de morrongo, acompañado de una onza o ícara de chocolate Nogueroles del Economato o bien una papocha de aceite y azúcar, que te daban energías para toda la tarde y media noche jugando al esconder, las sombras chinescas otros, al pañuelo, al corre que te pillo, pióla, o simple y llanamente a contarnos fantasías entre nosotros, hasta la hora de recogerse que generalmente era una voz de tu madre o el silbido inconfundible de cada padre a sus críos y crías.

Después una vez acostados encima de lo que parecía una confortable cama al aire de la noche, dábamos más vueltas que una reolina, en los duros aceraos, nos costaba coger el sueño pero cuando lo hacíamos era hasta la mañana, que nos levantaban para lavarnos y prepararnos para ir al colegio, unos para las Escuelas Nacionales o bien a los Hermanos Maristas, las niñas a las Monjas.

Éramos felices con nada, pero que nos parecía mucho, más bien era todo pues no conocíamos otras cosas mejores que lo poco que teníamos en aquella época.En fin no quiero crear más nostalgia de la necesaria en nuestras mentes, porque es bueno recordar pero no crearnos malos royos.

José A. Montero

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Noches a la Fresca:

01/09/2.016
Aún recuerdo con cariño aquellas noches en la que los vecinos, en la que en aquellas tórridas noches de verano, aquellas en las que no se movía ni una chispa de aire que las pudiera hacer mínimamente soportables, las penurias económicas que imperaba en gran parte de las familias, no daba para mucho y menos para ir a una terraza de los bares a "tomar el fresco" algún que otro día.

De manera que, dependiendo en que parte del pueblo vivieras, hacía más o menos calor, especialmente en algunos barrios era insoportable, la gente sacaba unas cuantas sillas a la calle, y hacían reuniones vecinales y allí se pasaba unas cuantas horas de tertulia con los vecinos, dando un poco de tiempo a que las habitaciones de la casa se refrescaran algo del fresquito que empezaba a aparecer a aquellas horas de la noche, cuando el día entraba en sus últimos compases y comenzaba a caer lo que nosotros llamamos el “relente”.

Esta circunstancia provocaba dos situaciones:

Una, que la gente salía de su casa;

Y dos, que se relacionaba con sus vecinos.

Si trasladamos esa misma escena, la de las noches calurosas del estío, a la época actual, puede observarse que la gente no se comporta de esa misma manera.

Porque:

Primero, no hay necesidad de salir a la calle, basta poner el aire -acondicionado o no- para quedarse en casa, tan ricamente, leyendo un libro, viendo la tele o navegando por internet;

Y segundo, en el caso de decidirse a salir, el que más y el que menos suele contar con unos cuantos euros que le permiten poder tomar una cerveza en cualquier terraza de la ciudad.

Vista así la cosa, podría dar la impresión de que se ha avanzado bastante en eso que se ha dado en llamar "calidad de vida", pero si lo analizáramos en detalle observaríamos que en realidad no es exactamente así; vamos, que no es oro todo lo que reluce.

Cáigase en la cuenta de que, en el pasado, la gente, gracias a que salía a tomar el fresco, no solo estaba al tanto de cómo lucían los geranios del balcón de fulanito, o si la vieja higuera, de la huerta que tenía menganito había dado buenas brevas ese año, sino que llegaba a conocer más a fondo a sus vecinos, estaba al tanto de sus logros y dificultades, y de su salud y sus achaques, de manera que se encontraba en condiciones de poder interesarse por ellos y echarles una mano si era menester, o de darles ánimo si es que estaban pasando por una situación adversa. Había una solidaridad no aprendida, se brindaba cualquier cosa que el vecino pudiera necesitar.

Hoy en día ignoramos la vida y milagros de nuestros vecinos, es más, ni siquiera los conocemos, a pesar de cruzarnos con ellos todos los días el camino.

Es tal la distancia que nos separa de ellos que, a veces, puede dar la impresión de que viviéramos en países diferentes.

Lejos quedan aquellos tiempos en que iba con mi padre al cine de verano y mi padre iba dando las buenas noches a todos los grupos que tomaban el fresco. "¿Los conoces a todos?", le preguntaba yo, y él me respondía: "No, a casi todos, pero a nadie se le niega el saludo".

Cierto es, que la manera en que se desarrolla el estilo de vida actual permite preservar, en parte, nuestra intimidad, y evitar que lleguen a convertirse en vox populi nuestras costumbres y manías; pero no es menos cierto que, en determinados momentos, podemos llegar a sentirnos solos, o agobiados, y, en esas circunstancias, nos gustaría contar con el apoyo de la gente que más cerca tenemos o, al menos, departir con alguien que esté dispuesto a escucharnos.

Claro que muchos podrán decir que para resolver tales problemas ya están los psicólogos, que siempre pueden echar una mano, pero lo cierto es que no es lo mismo.

Otra cosa que venían a resolver aquellas reuniones nocturnas era dar pábulo al viejo arte del "parloteo", que no era sino un preludio de lo que, años después, aparecería a bombo y platillo en televisión, en los programas de "tertulias" y "cotilleo". Algo que ya en el siglo de oro se encargaba de hacer las comadres, y que en la época en que la gente "tomaba el fresco" se extendía también a los hombres. Pero, a diferencia de la tele, donde todo viene impuesto, incluido el tema a tratar y los personajes elegidos -en general desconocidos-, y de perfil muy bajo- que a la gente deberían importarles un pimiento, los temas que se debatían, sentados en aquellas viejas sillas de anea o esparto, respondían a las preferencias de los vecinos; de manera que si había habido una competición deportiva o una faena del torero de moda el día antes no hacía falta devanarse los sesos para saber que ese era el asunto a tratar, dado que, por aquellos años a nadie se le ocurría ponerse a hablar de política. En tanto los adultos se explayaban hablando de "los temas de mayores", los niños correteábamos por las plazuelas, jugábamos a juegos propios de niños y las niñas a juegos de niñas, en una atmósfera de despedida inconsciente de aquella forma tan sencilla de entender la vida.

Con relación a los cotilleos, indicar que respondían a temas de cierto interés, puesto que giraban alrededor de personajes conocidos en el pùeblo o, en su defecto, sobre vecinos del barrio (obviamente no participantes en la tertulia) de manera que todos los que allí estaban o estábamos disponíamos de alguna información para poder aportar, o algún chascarrillo oído por el patio mientras tendía la ropa. Aunque "tomando el fresco" se trataran temas pueriles o livianos, lo cierto es que aquellas tertulias de verano tenían más interés que las que ahora ofrecen los medios de comunicación, porque la participación activa de la gente de entonces no tenía nada que ver con la pasividad que ahora envuelve a los espectadores televisivos. De manera que, en eso de las tertulias y el cotilleo, no se ha avanzado demasiado. Más bien se ha retrocedido. Porque cada vez que perdemos el tiempo en informarnos de cómo le pone los cuernos fulanita a su última pareja o de la relación de tal con cual, estamos dando un paso atrás en el conocimiento y en el tiempo.

José A. Montero

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22/08/2016

Aquella mañana de Primavera, se nos presentaba como un regalo por los fríos invernales que habíamos pasado en la cuenca Minera, recuerdo que mi padre estaba en el pozo 7, encargado del mantenimiento de las calderas que daban agua caliente a las duchas de los Mineros y calefacción a las dependencias de Oficinas que habían en la parte alta y al lado de la Cabria, pegado a la Cabria, había unos despachos que eran de los chapistas, que consistían en un cuarto donde habían un par de hombres que con latón troquelaban las chapas y les ponían unos números que posteriormente se colgaban de las vagonetas que salían cargadas de la Mina, esto significaba que cantidad de carbón había sacado cada grupo de mineros y de que turno, luego los anotaban en unos libros de registro que llevaban para así poder compensar a los de mayor producción.
Al lado izquierdo de las Oficinas de los Jefes del Pozo 7 hacia la izquierda había un camino que te llevaba en dirección norte hacia Constantina y a unos 200 metros más o menos a mano derecha, había dos montículos blancos y una caseta a la entrada que pertenecía a los Guardas Jurados que custodiaban los Polvorines que habían para la explotación de las galerías mineras.
Yo tuve la suerte de poder visitarlas infinidad de veces, con ellos y entrar en su interior de las galerías donde se almacenaba, gran cantidad de cartuchos de Dinamita, mechas y explosionadores, así como armas perfectamente alineadas en sus armeros.
Como dije al principio al salir los Mineros negros como el hollín y al entrar en los lavaderos y soltar el chorro de agua caliente, a voces le decían a mi padre Rafael coño, que ya estamos en primavera, afloja un poco esa caldera que nos vamos a pelar, pues el día ya se notaba con el calor de Primavera, de todas maneras ellos podían mezclar el agua con fría pero preferían que mi padre se la pusiera a la temperatura que a la mayoría les agradaba.
La caldera de agua estaba detrás de la Lampistería y al lado de la fragua donde los mineros llevaban los punteros de picar y los picos y palas a reparar.
A cuantos Mineros les abre dado lámparas en la lampistería a cambio me tenían que dar su chapa personal para colgarla en el lugar de su lámpara, para así saber si había alguna desgracia quien era el que la había recogido y quien faltaba.
Cuando salían de los lavaderos, limpios pero con los ojos como si se los hubiesen pintado por el carbón que siempre les quedaba en las cejas y respiraban el olor a hierba y a primavera parecía que revivían y se lanzaban unos andando y otros en Bicicleta hacia sus barrios y casas a ver y comer con la familia.
Cuantos recuerdos acumulados en la mente de un minero.


José A. Montero
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18/08/2016

Cada día hablamos de las anécdotas de los Mineros, pero no quiero olvidarme de las Mineras que tenían una vida totalmente distinta de la que llevábamos los críos, a ellas se les enseñaba, cocinar, llevar la casa, bordar, costura, y otros menesteres propios “entonces” de mujeres.

Los juegos eran totalmente distinto a los de los críos, ellas eran más de otra manera, juagaban a los famosos cromos, a tirar los bolillos, la rayuela o tangana, la cuerda, el corro de la patata, canción de la lluvia o la del Barquero, y en la que cantaban diversas canciones que ahora recordaremos, como la del soldado Mambrú se fue a la guerra, (canción de 1754 de Luis XVI delfín de Francia), que viene desde solían cantarla sobre todo las niñas, típicamente acompañando al juego de rayuela. Les pondré algunas de las canciones que cantaban habitualmente, para que les venga a la memoria alguna de ellas.

Letra de Mambrú se fue a la guerra.

Mambrú se fue a la guerra,
¡qué dolor, qué dolor, qué pena!
Mambrú se fue a la guerra,
no sé cuándo vendrá.
Do-re-mi, do-re-fa,
no sé cuándo vendrá.

Si vendrá por la Pascua,
¡qué dolor, qué dolor, qué gracia!
Si vendrá por la Pascua,
o por la Trinidad.
Do-re-mí, do-re-fa,
o por la Trinidad.

La Trinidad se pasa,
¡qué dolor, qué dolor, qué guasa!
La Trinidad se pasa
Mambrú no viene ya.
Do-re-mí, do-re-fa,
Mambrú no viene ya.

Por allí viene un paje,
¡qué dolor, qué dolor, qué traje!
Por allí viene un paje,
¿qué noticias traerá?
Do-re-mí, do-re-fa,
¿qué noticias traerá?



El corro de la patata.

El patio de mi casa
es particular
cuando llueve se moja 
como los demás.
Agáchate,  
y vuélvete a agachar.
Las niñas bonitas, 
se vuelven a agachar.
Chocolate, molinillo.
Corre, corre,
que te pillo
con la punta 
del cepillo.
Agáchate…

José A. Montero 

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 17/08/2016

Aquella noche, mi padre tenía descanso en la Mina, y como casi siempre andaba en el turno de noche, porque de día estaba en la Zapatería, pues en mi casa como en casi todas, la radio mientras ellos estaban en la Mina no se ponía.
Pero esa noche mi padre me había dicho, “cosa que me extraño” niño, hoy puedes jugar en la calle hasta que te llamemos, pero si ves a los Municipales o la Guardia Civil nos avisas, pero ya sabemos que los niños no nos percatamos de lo que quieren los mayores ni porque.
La cuestión es que se metió mi padre y otro par de mineros, a escuchar la radio, una radio “Ondina” de madera pintada de color oro, con un dial de emisoras en el centro y con cuatro botones, uno para la voz, otro para la Onda media y corta, otro para potenciar la señal y el último para mover el dial una raya roja que a mí me fascinaba porque hasta mucho después no supe porque se movía aquella aguja.
Escuchaban la famosa Pirenaica, creada a instancias de Dolores Ibárruri “La Pasionaria” en 1.941 desde Moscú, pero en realidad emitía desde los Montes Urales, en la región de Baskiria, pero con la invasión alemana se emitió desde un barco ruso que emitía desde aguas Internacionales hasta que desapareció, aunque muchos decían que se emitía desde Andorra.
Pues lo dicho, me pongo a jugar con los críos del barrio a la pelota y demás y veo entrar por el llano por la casa de Simón el de la luz, a una pareja de la Guardia Civil caminando hacia mi casa que estaba a mitad de la calle, de pronto deje de jugar y salí corriendo como si hubiese visto al diablo a decirles a mi madre, “Mama, vienen los civiles para la casa” a mi madre se le puso la cara como si se la hubieran blanqueado en ese momento, entro en la alacena y aviso a mi padre y los que estaban allí escuchando, solo me dio tiempo a ver a uno que salía corriendo para el patio y salto hacia la calle de detrás como un campeón Olímpico,  el otro se subió al tejado por una escalerilla que daba a la azotea y se tendió en el borde de las tajas por si había que rodar hacia un lado u otro y mi padre paseaba por la casa como si le picaran chiches y liendres por todo el cuerpo, al momento picaron el al puerta y salió mi madre preguntando ¿pasa algo, que pasa?, y al momento se dio cuenta que era Parrilla un familiar suyo que venía a visitar a mi padre y tomarse un vasito de vino con él y traerle un par de botas suyas y otras del compañero para que se las arreglaran y les echara unos tacones y medias suelas, cuando pudieran pero lo antes posible, mi padre se sentó con ellos y les puso unos vasitos de vino y queso del Economato y un poco de pan morrongo,  cuando llevaba un rato mi padre se excusó y se fue al solar que teníamos la lado donde tenía la zapatería, diciéndoles que estaba de fiesta porque esa noche tenía el cuerpo descompuesto, se tiró el hombre dos o tres días con ese mal que da el miedo metido en el cuerpo.
Los despidió y cuando ya me asegure que bajaban por la cuesta del Argentino camino de la carretera, llegue a mi casa corriendo de nuevo y mi padre tenía la cara que no le daba color ni todo el carbón de la Mina.
 José A. Montero  
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14/08/2016

Ésta mañana, hemos quedao mi amigo Gabino y yo para ir al vacie a por gandinga,  desde el barrio de la luz, nos endirgamos los dos camino de las Carderonas, pasamos por el Biombo y nos bajamos por detrás  de la Barbería del Tarrafeta para bajar por el pozo cinco y bajar hacia el vacie, atravesamos unos chumberales en flor y con unos escardillos empezamos a escarba en la gandinga,  cuando ya llevábamos un rato no sabemos como nierporque, aquello empezó a resbalarse la gandinga hacia abajo que parecía un alud de nieve negra , cuando paró , estábamos los dos más negros que un Jollín y con las manos y las roillas endescarnas y más rayas que un cuaderno de palotes y paaaá cormo de los cormo , asomó por arriba del vacie el Guarda Juraoo con su bandolera de cuero y er Chapon en er pecho, nos pegó un broncazo que paaa que contaa.
Así que recogimos los archiperres ala paaa casa por donde habíamos venio.
La bronca del Guarda Juraoo, era un chiste para la que nuestras madres nos echaron, y encima castigaooos toaaa la semana.
Anda que voy a ir otra vez a por gandinga, ni que fuera de oro .  



José A. Montero

---------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------- 13/08/2016

Aquella mañana me levante un poco “acarajotao” y al sentarme en la mesa camilla y al ponerme mi madre el desayuno le “enderramé” el tazón de leche “migao” con “miajas” del pan “morrongo” “coscorruo” del día anterior que yo le había “traío” del “Conomato”, cuando salí del Colegio de los Maristas, tuvo que coger la “aljofifa” y limpiar todos los ladrillos que manche, le dije que si podía ir por “Tejeringos” para desayunar y me dijo que no dijera “mamarrachadas” a esas horas y que me “maqueara” lo más rápido posible porque que ya, se me había hecho tarde para ir al Colegio y que cogiera el par de zapatos que había en la “cómoda” y cuando saliera se los llevara a su dueña, pero que no se los “endilgara” si no me los pagaba a “Martinmartin” así es que me “apreparé” todos los “achacales” me puse el “tabardo azul“ y salí como un “cuete” par colegio.
Iba a paso rápido como casi todos los “chaveas” de mi edad, baje la cuesta del Argentino “me enfilé” por la carretera bajé la cuesta del Barbo y la cartera que llevaba a la espalda y los zapatos se movían más que un “zaco de moscas” y me pegué una “pechá” de andar rápido que cuando llegue a la puerta de la Plaza de Abastos iba más “cansao” que si hubiera estado toda la mañana jugando a la “piola” en el llano de mi barrio, pero no me quedaba más remedio que llegar temprano al colegio porque si no los Maristas de seguida te daban un “chascazo” en la “mollera” así que apreté el paso y pasé por la puerta del Taller seguí por la Telefónica y cuando nos hicieron formar en el patio para cantar el Cara al Sol y el Padre nuestro estaba “encorajinao” conmigo mismo por no haberme “levantao” “majatienpo”.
Cuando salí de clase, tuve que llevar los zapatos “donde cristo perdió el gorro” y al decirle a la “muhee” lo que me tenía que “endiñar” se puso como “enfolliná” porque decía que mi padre le “fiaba” a ella, así es que le dije “ea” pos los zapatos se van por donde han “venio” porque a mí, mi madre no me dice que soy un “adefesio” por no cobrar los arreglos que ha hecho mi padre.        
Y pillé el “pendingue” y me fui por donde había “venio”, ahora que cuando llegue a mi casa, me dice mi padre a mí y a mi madre, “endejeluego” como “seis”, igual a la “muhee” les hacía “farta” para “argo” y la habéis “dejao” mas “”colgá” que una taza en el  “chinero” anda que estoy “arreglao con vosotros” y al final me hicieron ir de nuevo a la casa de la “muhee” al “quinto pino” pero con el encargo de que los tenía que “pagá” aquella semana.
En fin cosa de nuestro pueblo y de nuestra gente.
Como veréis y leeréis, se puede escribir en nuestro dialecto, idioma o acortamiento de vocabulario, que es tan bueno y eficaz como el de cualquier región de España y no por eso somos analfabetos. Simplemente que todos no tuvieron las mismas oportunidades.

José A. Montero 

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12/08/2.016

Miner@s y amig@s del Mundo, hoy, ya no es como antes por diferentes motivos y circunstancias, pues ya no existe la Unión casi obligada, diría que forzosa, reglamentaria, ineludible e inexcusable y preceptiva, que existió en otra época, por cuestión de compañerismo y solidaridad y por el apoyo incondicional a las causas y los intereses propios de los Mineros, especialmente en situaciones difíciles y comprometidas.

Antiguamente el pueblo se movilizaba completamente, por el sonar de las sirenas o las campanas de las situadas en las bocas de los pozos o en los campanarios de las diferentes Iglesias de nuestro pueblo, era sonar cualquiera de ellas de forma continua e insistente y se movilizaba todo el pueblo para averiguar que estaba pasando, veías a las familias completas salir de sus casas en busca de una respuesta que cualquiera pudiera dar de lo que estaba pasando y desde que lugar venía la alarma, para dirigirse de inmediato arremolinándose alrededor del lugar donde se hubiese producido la alarma, buscando respuestas o simple y llanamente dar las más sinceras condolencias a los allegados que hubiesen tenido una perdida, en su seno familiar.

Recuerdo los entierros de antiguamente, multitudinarios, hombres, mujeres, ancianos y niños acompañando al entierro, donde le precedía una carroza mortuoria, seguida delo féretro a hombros de los hombres, familiares y amigos que se turnaban en el largo recorrido que suponía llegar al Cementerio desde cualquier parte del pueblo, le seguían dos monaguillos y el cura de turno, los familiares más allegados y el resto de la comitiva, que acompañaban al difunto en el más respetuoso silencio.

Una vez llegado al lugar donde sería su eterno descanso, se le oficiaba una breve misa de ·corpore in sepulto” y acto seguido se disolvía la multitud y en general se comentaban las virtudes y excelencias de la persona.

Hoy por aquello de las prisas y la falta de compañerismo y solidaridad y por la falta de apoyo incondicional a las causas y los intereses propios, se hacen de otra manera más impersonal, como que ya no es tan importante lo que ha pasado, se hace de la forma y de la manera más rápida posible para volver a la tarea cotidiana.

Al fin y al cabo son recuerdos que no sabemos si son mejores o peores que los de ahora, pero si tengo claro que eran una muestra en forma de dedicatoria de admiración y cariño hacia la familia que le suponía un regalo por parte de todos.

José A. Montero 

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Fecha 10/08/2016.

El Reventao, entró según me contó mi padre muy joven a la Mina y según les oí decir a muchos amigos de los que se reunían a menudo con mi padre, que era buena persona y un excelente trabajador, pero hubo un capataz de su turno, que por aquellas cosas que tenemos los humanos no le caía bien y siempre le asignaba los trabajos más duros y peligrosos aparte de darle un trato degradante como era costumbre en los falangistas de la época, hasta que un día, tristemente para él y su familia, se le lleno el vaso del aguante al Reventao de tantas exigencias y malos modos por parte del susodicho Capataz, que éste (el Reventao) le dio con una pala, lo merecido y lo inmerecido en su acaloramiento, pero tuvo la decencia una vez hecho el daño de dar la cara y sacar al Capataz a la calle y acompañarlo al Botiquín, para que fuese curado, se quedó en la antesala de curas a esperar a ver qué pasaba, cuando pasado un tiempo se presentó una pareja de Civiles a detenerlo y llevarlo a los calabozos que habían detrás del cuartel, entre la zona de Velarde y el Ayuntamiento, el que era Ordenanza judicial, el Manco, junto a un guardia civil, les tomaron la primera declaración. 

Allí estuvo hasta que le trajeron la primera comida, al entrar la persona que se la trajo, lo empujó y se escapó, y a partir de ahí se inició una desventurada vida para esta persona, que vivió entre cuevas, refugios, puentes, en duermevelas y tiros, y si en el pueblo había una mínima queja por algo se lo achacaban al pobre desgraciado aunque fuese más inocente que un niño. No digo que la historia sea o no verdadera ni sea la más veraz de las que hemos oído, pero era la que le oí a mi padre y sus amistades, tantas veces contada en la Zapatería. Y su familia demostró en todo momento una integridad, difícil para la época, también sufrieron muchos registros innecesarios por chivatazos malintencionados, denunciando que acudía a casa de la familia a por comida, ropa y un poco de material de aseo, mientras tanto la familia seguía ganándose la vida honradamente, bordando montones como han referido algún@s vecin@s y los hombres de la casa trabajando humillados por la situación y por el sentimiento de miedo, de represalias de amigos del afectado. 


Y aquí dejamos y damos por terminado este tristemente célebre recuerdo de nuestro pueblo, recuerdo que nunca debió haber pasado. 


En otro momento seguiremos con más historias de nuestro querido y amado pueblo, que como digo siempre, tuvo sus cosas buenas y otras no tanto. 


José Antonio Montero 
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Fecha 09/08/2016.

Aquella mañana habíamos quedado varios amigos para coger hojas de Morea (Morera) para los gusanos que estábamos criando en cajas de zapatos y de paso comernos unas moras blancas de las que se crían en las del Barbo, que son las más grandes y dulces, nos subimos a primera hora porque los Municipales, a esa hora estaban en la caseta de los Arbitrios Municipales que hay en el principio de la calle larga, controlando el paso de las mercancías que entraban en dirección al Mercado de Abastos, en una casetita casi igual que la caseta de los churros de Cipriano, nos subimos como gatos a la Morea, recogimos hojas y moras suficientes y cuando estábamos para bajar, a lo lejos vimos venir hacia donde nosotros estábamos, a uno de los Municipales acompañado de una persona en distraída charla entre ellos, nos escondimos entre las ramas como pudimos con la intención que al pasar al lado nuestra no nos viesen, caminaban con paso regular y mirándose entre ellos, pero el acompañante al pasar por debajo de las Moreas, se percató de nuestra presencia en lo alto de los árboles y llamo la atención del Municipal para que lo mirase a él al pasar por debajo, creo que con la intención de que no nos viese y evitarnos la bronca y que se lo dijera a nuestros padres, una vez hubieron pasado el acompañante miró hacia atrás en un acto de complicidad y como para advertirnos que ya era hora de bajar de los árboles y marcharnos con viento fresco, lo que hicimos y salimos como gato con lata atada en la cola hacia nuestras casas, una vez en ellas limpiamos las hojas secas y ya comidas en la caja y pusimos las nuevas y frescas hojas, cubriéndolos bien para que no les faltaran hojas en varios días, una vez terminado salimos hacia el llano de la Placita de Santa Bárbara, donde nos esperaban otros compañeros comiendo pipas que habían comprado o en el Kiosco de la Maravilla o en el del Capilla, que por cierto cantaba como los Ángeles a pesar de su invalidez, una vez reunidos comenzamos a jugar a la Billarda, al poco rato oímos un alboroto de gente gritando y dando voces, (ESTAN ROBANDO, ESTAN TOBANDO), los críos nos dirigimos como galgos hacia dónde venían las voces y al llegar a la Fonda vimos salir corriendo del interior a un hombre sucio, haraposo, descuidado y con barbas de muchos días, que salió corriendo cuesta abajo en dirección hacia el cines de invierno y después al del verano, perdiéndose entre los huertos, al poco llegó la Guardia Civil corriendo con los Mosquetones Máuser, modelo Oviedo de 1916, que era en esos momentos su arma reglamentaria.


Preguntándole a todos los que estábamos allí presentes, hacia donde había salido corriendo el individuo, una vez tenida la información corrieron en la misma dirección y al llegar a la altura del cine de verano soltaron dos o tres disparos, los críos volvimos a nuestros juegos y un buen rato después vimos a la pareja de la Guardia Civil, con el individuo en cuestión entre ellos, detenido y atado con las manos a la espalda, camino del Cuartel de la Guardia Civil.
Después supimos, que el detenido era el nombradísimo en el pueblo como el Reventao, un hombre que al parecer por motivos personales había caído en desgracia, ya que fue trabajador de las Minas y que se alojaba en cuevas en la parte alta del Cementerio.
A la hora de la comida de mediodía fue el principal motivo de conversación, creo yo que en todo el pueblo.


Bien, mañana si os parece bien continuamos, con las historias de nuestro querido pueblo.
José A. Montero .

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Buenos días Miner@s y amig@s del Mundo, me viene a la memoria, algunas de las pocas excursiones a la que nos llevaban los Hermanos Maristas durante el curso escolar y en épocas señaladas y, que no atino a recordar ¿Por qué, ni en qué mes?
La cuestión por lo que yo la recuerdo es, que íbamos pertrechados con nuestras carteras, algunos llevaban unas Talegas a la espalda, repletas de comida y agua, generalmente nos ponían unos bistec de carne empanada, pan de morrongo, agua en unos termos forrados con una tela de cuadros azules y rojos, y en la parte superior un vaso de aluminio, otros lo llevaban de aquellos de plástico o plexiglás como se decía entonces, que eran extensibles, estaba formado por círculos concéntricos transparentes, de menor a mayor y tenían una tapa para que quedase como una cajita que parecía de las de Betún, una navajita que teníamos casi todos los críos que las cachas eran de metal y una vez cerrada simulaban un pez, ¿Cuántos de vosotros no habéis tenido una parecida o igual?
Salíamos del colegio por la puerta trasera que daba al campo de Fútbol, que te llevaba por entre unos huertos a la puerta del Cine de verano de la Placita de abajo, seguíamos por delante del Economato y bajábamos por delante del Botiquín hacia la carretera (camino) de la Ribera, no sin antes beber agua de la rata chica, continuábamos camino del puente y una vez pasado caminábamos hacía de San Fernando por detrás del Campo de Fútbol, hacia un Pinar situado a las afueras, donde los Hermanos nos aconsejaban que dejáramos las carteras con la comida colgadas de los árboles para que así no se las comiesen las hormigas o los animales que habían en el campo.
Los Hermanos llevaban pelotas, cuerdas, y algún que otro entretenimiento para que hiciésemos un poco de ejercicio. Pasábamos un día genial, donde se fomentaba el compañerismo y al mismo tiempo (entiendo yo ahora a mis años) que nos trataban de relajar la cantidad de energía que teníamos acumulada en nuestro interior.
Ya por la tarde, después de haber comido y habernos relajado de tanto corretear y jugar a los distintos juegos en los que nos hacían participar, emprendíamos el regreso por el mismo camino que habíamos tenido por la mañana, eso sí ahora ya veníamos cantando, padres nuestros, ave marías, el Cara al Sol (que no faltara) y solo recuerdo una estrofa de una canción que la decíamos machaconamente, (Venimos del Cerrito Pinar y nos ha visto el guarda y no nos ha dicho naaaaa, y si nos hubiese dicho el Hermano tal, lo hubiese convencido para que nos dejara jugar).
Después de un día ajetreado de jugar y caminar, volvíamos a casa cansados y con pocas ganas de salir a jugar a los llanos cercanos a nuestras casas.
La primera pregunta de nuestras madres, imagino que sería general ¿Te lo has comido todo? ¿Te ha sobrado algo? ¿Has tenido bastante? ¿Te has hecho daño?, en fin cosas lógicas de madres y que hoy echamos de menos o, que hacemos con nuestros hijos y nietos a buen seguro.
Bueno amig@s hoy un relato más para entretener a est@s maravillos@s paisan@s Miner@s.

José A. Montero
29/07/2016

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Recuerdos de viajes a Sevilla.

Buenos días Miner@s y amig@s del Mundo, hoy voy a viajar mentalmente algunos de los viajes que hacía con mi madre a Sevilla para comprar materiales y accesorios para la zapatería de mi padre.
Desde el día anterior el estado de mi cuerpo era un olla en ebullición cocinando nervios por el viaje del día siguiente, ya que me sabía el recorrido que haríamos, largo y lleno de tiendas, visitas a familias y ver cosas nuevas y eso me hacía hervir la sangre.
La noche anterior veía a mi madre preparar el dinero guardándolo en diferentes sitios de su ropa íntima, (sujetador, faltriquera, enaguas y en un bolsillo interior de la falda por encima del dobladillo, pues era mucho el dinero a llevar y poco los materiales que te daban por ellos.
Pasada la noche a duerme vela, nos preparábamos para salir a las cinco de la mañana para no perder el Mosquito de las seis de la mañana, bajábamos por la cuesta del Barbo y cuando llegábamos al Bar Siéntese, nos tomábamos un café con leche y churros, después subíamos por la calle del Botiquín hacia la estación, donde me tenía estigmatizado la ventanilla en cuyo interior había una máquina que expendía los billetes y al mismo tiempo los picaba, billete de color marrón oscuro con un agujero en el centro más una estrellita de haberlo picado el Jefe de Estación, a mí me parecía mágico, la espera la hacíamos en el interior donde habían dos carteles de un metro por setenta centímetros más o menos en el que ponía (NITRATO DE CHILE)y un hombre montado en un caballo y otro en el que ponía (SI UN BOSQUE SE QUEMA ALGO SUYO SE QUEMA), con unas llamas quemando hierbas.
El tren como casi siempre llegaba con retraso, aunque lo escuchábamos llegar desde que silbaba por San Fernando donde Curro Renfe le hacía el cambio de vía para que entrara por la que está más cercana al andén de la estación, allí nos montábamos en los famosos vagones de madera con asientos de listones de madera y en la parte superior del departamento habían unas rejillas de cuerdas para dejar los objetos que llevases, así se iniciaba el camino hacia la capital, pasando por Alcolea del Rio, Tocína, Apeadero de Los Rosales, San José de la Rinconada, Brenes, San Jerónimo, y Plaza de Armas de Sevilla, al final de los andenes a la derecha había un Bar donde según mi madre ponían el mejor café con leche de todas Sevilla.
Al salir de frente a la estación en Plaza de Armas había un Hotel –Pensión, donde mi tío Luis se había recolocado de Conserje del mismo, y al lado izquierdo estaba la estación de Autobuses de los pueblos que no pasaba el tren, en esta estación tenía mi tío Manuel (Manolón) por ser Cosario de Alcolea un despacho almacén donde dejábamos los materiales comprados. Para iniciar las compras bajábamos por la Calle Marques de Parada hacia Alfonso XII y para llegar a La Campana, calle Cuna, Sierpes, Puente y Pellón, Sagasta y en la Iglesia de San Salvador, nos refrescábamos un poco para poder continuar  por la parte de atrás del Ayuntamiento la Plaza Nueva y poder continuar por la calle Zaragoza hacía la calle Gravína, para dejar los materiales comparados en el almacén referido anteriormente,  De hay por la calle Torneo bajábamos hacia la Avd. García Morato donde estaba la Cruz Roja y Bar Turones donde comíamos con mi Tía Consuelo que trabajaba de auxiliar de enfermeras en la Cruz Roja y de ahí de vuelta a la estación de Plaza de Armas para coger el Ómnibus y hacer el camino de regreso y como no oler el inconfundible olor característico de la elaboración del Azúcar, había unas montañas grandísimas de remolacha y vagones enteros esperando ser descargados.
La vuelta a casa cargados mis padres, mi hermano y yo era larguísimo pues había que subir la cuesta del Barbo.
Bueno espero que algunos con otros cometidos hayáis hecho el mismo recorrido y os haya despertados gratos recuerdos.
Feliz día a tod@s.

José A. Montero

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Buenos días Miner@s y amig@s del Mundo, la tardea anterior antes de recogernos para la cena, habíamos acordado entre todos los del grupo de amigos que formábamos la pandilla del Barrio de la Alegría, el reunirnos la mañana siguiente después de hacer los recados que nos encomendaban nuestras madres y/o padres, para todos juntos dirigirnos a la vaguada de la Grancilla, para tener una buena pedrada con los niños del Barbo, está claro que los primeros que llegaban al lugar se situaba en el mejor lugar para que las piedras llegasen más lejos, por lo que había que situarse lo más alto posible y con los bolsillos llenos de piedra negruzca de carbón, producto de haber existido anteriormente un vacie de Carbonilla de los desechos de la Briqueta, que se hacían para alimentar los fuegos de las máquinas de Renfe y que se llevaban para toda España, bueno la cuestión es que aquel día nos tocó a nosotros la parte más baja de la vaguada y nos distribuimos de forma que tuvieran que apuntar muy bien para que pudieran darnos una pedrada,  nos pusimos separados y unos llevaban tirachinas (hoy prohibidos), otros hondas de pastor y la mayoría con las manos lanzándolas al estilo cabrero, teníamos dos niños que nos acarreaban las piedras a los que estábamos lanzándolas, para así no tener que andar buscando piedras del más o menos tamaño, porque si no te arreaban una pedrada que te ibas directo al Botiquín, la cuestión es que después de pasarnos tres cuartos de hora pegándonos pedradas y sin que hubiesen heridos, solo rasguños pedimos una tregua y los que hacían de Jefes, acordaron echarnos una partida a las bolas, con las bolas y los bolondros de barro, las Marmeñas de mármol de diversos colores y las cristaleñas multicolores de cristal, la condición para los que ganaban una partida era que tenía que pagar con las bolas que les hubiesen ganado, ya fuesen bolas, marmeñas o cristaleñas y algunos veces alguno hacía trampa y ya estaba liada otra vez la batalla campal, esas eran algunas de nuestras diversiones de entonces, que corríamos más que los galgos y estábamos fuertes y agiles como atletas, hoy entre la Tablet, el ordenador, el móvil, y la Nintendo, etc, etc. se mueven los críos menos que un cuadro colgado en la pared y así nos va.

Bueno Miner@s, seguiré contando historietas de nuestro tiempo, si vosotros me lo permitís.

José A. Montero
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Miner@s y amig@s del Mundo, aquel día salimos temprano muy de mañana apenas serían las 5 o 6, los cuatro amigos con nuestras bicicletas, cubos, sacos, y unas varillas largas de hierro atadas al cuadro de la bicicleta,  con la intención de hacer “cisco” de jara o de lentisco, para abastecernos en nuestras casas, del crudo invierno que hace por nuestra tierra, que si bien en verano es como la boca del infierno, en invierno es justo lo contrario, nada tienen que envidiar a las altas montañas de cualquier región. 

Pues arrancamos desde el Bar del Argentino, donde habíamos quedado como punto de reunión y antes de salir nos preguntamos unos a otros si llevábamos suficiente agua y comida por si las moscas, ya que estaríamos todo el día entre el camino y el trabajo y la vuelta, seguramente con más hambre que un lobo.

Arrancamos subidos en nuestras Bicicletas Orbeas unos y BH otros, camino del cementerio para después subir hacia lo de Juanito Torga y más adelante adentrarnos desde el puente que hay a medio camino de Constantina, hacia la izquierda un kilómetro o kilómetro y medio, donde baja un buen regajo de agua de la sierra para tener agua suficiente para apagar los fuegos en los que haríamos el cisco, llegados al lugar que habíamos escogido, nos pusimos manos a la obra y con las hachuelas y amocafres, arrancamos leña para hacer al menos 4 o 5 sacos de cisco.

Limpiamos el terreno para que no se extendiera el fuego por si acaso, llenamos los cubos de agua y nos pusimos a prender fuego a la montonera de leña que habíamos acumulado, de vez en cuando teníamos que refrescar el fuego porque se nos antojó que era muy grande, mientras unos vigilábamos el fuego otros comían, y viceversa, mientras estábamos por lo nuestro vimos pasar a lo lejos en la cresta del monte una manada de 6 a 8 lobos como camino de las Minas, uno de los que estábamos allí que se fue para aprovechar el tiempo a arrancar palmitos y traerse todas las palmichas que pudo, pero cuando llegó venía más blanco que la leche, todos a la vez le preguntamos, quillo estas malo, te pasa algo, vienes muy blanco y con mucho trabajo nos explicó lo de los lobos, porque al parecer en un momento dado se quedaron parados y creyó que lo estaban mirando a él y que vendrían a por él. 

La cuestión es que pasamos un día agotador de trabajo y de apagar el cisco que parece que nunca se va a apagar a pesar de la cantidad de cubos de agua que vertimos sobre la hoguera, extendiéndolo y dándole vueltas para que se enfriara.

Llegado el momento, llenamos los sacos, y las bocas las tapamos con matojos y las cosimos, una vez amarrados a las bicicletas y recogidos los trastos y aperos, sin dejar rastros de comida para no atraer a los lobos, nos pusimos por entre los camino hacia la carretera de vuelta, no diré que no nos costó trabajo llegar porque de vacío muy bien, pero cargados es otro cantar la cuestión es que con miles de fatigas llegamos a la carretera y como hay un tramo que es cuesta arriba hacia la Mina, pues parecía que estábamos empujando vagonetas en la mina, cuando llegamos a lo alto del cerro, ya eso era otra cosa bajábamos frenando para no embalarnos demasiado, con tan mala suerte que a uno de nosotros se nos pinchó una rueda y hubo que dejarlo en el camino para regresar con una cámara nueva, el último llegó a su casa a las tanta de la noche, cansado y fatigado por el esfuerzo. 

Lo mejor al día siguiente comiendo palmichas, palmitos y las higas de los palmitos, el tronco.

Bueno, esto es un día de campo de los muchos que hemos echado cualquiera de nosotros y que a buen seguro os traerá gratísimos recuerdos y alguna sonrisilla.

Jose A. Montero.
     
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Buenos días Miner@s y amig@s del Mundo, aquella mañana nos levantamos como cada día, aunque algo más perezoso de lo de costumbre, quizás por como habíamos pasado el día anterior un poco ajetreado, con nuestras ninguna buena travesura o por los recorridos que habíamos hecho durante toda la tarde.

Como cada mañana, mi madre me peinó con la raya al lado y el tope con un poco de brillantina para que luciera guapo su niño, me vestí con la ropa que me había dejado en la silla, unos pantalones cortos con peto de color azul marino, una camisa blanca que me había cortado mi abuela, con botones blancos nacarados y un cuello con la alas largas como colas de golondrinas, unas botas que me llegaban por encima del tobillo de color marrón clarito que me había hecho mi padre con los restos de los materiales de su zapatería,  y una cartera de material de cuero, también hecha por el del mismo color y que me la ponía en la espalda a modo de mochila, emprendí camino del colegio de los Hermanos Maristas, no sin antes darle un par de besos a mi madre.

Bajé por la cuesta del argentino, pase por la carretera camino del Barbo y al llegar a la altura de la panadería de los Gonzales me compré una cuña rellena de crema y cubierta de chocolate, que me pareció una delicia, baje por la cuesta hasta llegar a la zapatería que tenía mi padre al lado del Bar Listones y como a mi madre le di dos besos y continué camino del Bar Sientesé y la Plaza de abastos donde trabajaba mi hermano Paco repartiendo fruta con un triciclo de Lorenzo el de la fruta, que tenía el puesto enfrente de la oficina de los Arbitrios Municipales,  como no estaba continué camino por debajo del puente del tren y pase delante del Locutorio de la Telefónica y allí como siempre enfrente estaba el coche de la compañía de color gris claro y muy parecido a lo que después fue el Renault 4x4 y un camión que le llamaban el Chato, por la forma que tenía la cabina achatada y al llegar al colegio siempre mirábamos con ojos de espías para ver si no estaba el Hermano Celso y poder coger algunos dátiles para el recreo, al entrar en él me dirigí a mi clase para soltar la cartera y después bajar al patio para esperar la famosa campana que llamaba a formar filas para cantar el Cara al Sol y rezar un Ave María antes de entrar a las aulas.

Por las tardes me las pasaba mirando cómo bordaban los mantones mis vecinas la Felisa la Talela que siempre andaban de riña ella y su hermana gemela la Josefa, aunque no podían vivir la una sin la otra y, en la casa de la Balbina de Demófilo y Nati, y escuchando los discos dedicados de Radio Sevilla, donde no faltaba Marife de Triana, Gracia Montes, Juanito Valderrama, El Príncipe Gitano o Rafael Farina, etc. etc.

Por la noche hacíamos de vez en cuando un fuego en medio de la calle que era la diversión de los pequeños y sentados a la lumbre los mayores tenían largas y jugosas charlas de lo acontecido durante el día.
Por hoy vamos a terminar que no quiero aburriros.
Os deseo un feliz día a tod@s.

José A. Montero

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2 comentarios :

  1. La zapatería no era de Castañeda?

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    1. La Zapatería la tenía mí padre Rafael Montero Gil y cuando mi padre se dió cuenta que Castañeda, le robaba porque se combinaban los turnos en la Mina, para estar siempre uno u otro en la Zapatería, cuando me mandaban a mi a cobrar las composturas me decían que ya le habían pagado a Castañeda. Entonces nosotros compramos un Solar edificado en la calle Antonio Nuñez Moreno 18 y montamos otra Zapatería. Mi madre que era prima de su mujer evito la pelea entre los dos.

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